"Mi naturaleza se adapta mejor a las grandes obras que a las pequeñas curiosidades. Que cada cual se ajuste a su talento; en mi caso no hay proyecto, por grande y variado que sea, que se adapte a mi coraje". Palabras del pintor más poderoso de su tiempo, el denominado "rey de los pintores", Pedro Pablo Rubens, que estos días, y hasta finales de Enero, protagoniza una exposición de los fondos que de su obra posee el Museo del Prado, abundante gracias al afán coleccionista de los reyes españoles.
Uno tras otro, muy juntos, como se aprecia en la fotografía, vamos de un Rubens al siguiente. Sin darnos respiro. Apabullados, asombrados por la exuberancia de vida que transmite su obra. Sin solución de continuidad, saltamos del tema histórico al religioso, del mitológico al costumbrista. Y siempre el poderío de Rubens, ese coraje del que hace gala y que le permite abordar desde el tema más pueril al más trascendente con idéntico genio.
Las obras aparecen en orden cronológico, sin más información que el título en el marco y cuatro datos en un pequeño folleto explicativo. Parece como si el museo pretendiera que entráramos en la obra por inmersión, una fortísima ola de sensaciones que nos arrastrara. "El espectador se sentirá andando como por una cuerda floja, sólo al servicio de su gusto o criterio", afirma Miguel Zugaza, director de la institución.
89 cuadros, imposible comentarlos todos, así que os hablaré someramente de los que más me han impresionado. Aunque la reproducción no es buena, el retrato de Tomás Moro resulta soberbio. Como hemos comentado anteriormente, al hablar del Adán y Eva, Rubens era muy aficionado a copiar cuadros de los artistas que admiraba, en este caso el retrato realizado por Hans Holbein el Joven, sin bien prescindió de los cortinajes y el medallón, elementos accesorios al fin y al cabo, consiguiendo que la mirada del espectador se concentre en lo principal, a mi juicio, la mirada y la expresión del rostro del autor de Utopía.
Las tres Gracias es un canto a la alegría de vivir, a la sensualidad, a los placeres. Parece ser que Rubens pintó este cuadro recién casado con su esposa, Helena Fourment, matrimonio que tuvo lugar en diciembre de 1630, y en él pretende simbolizar la felicidad que vivía. De hecho nunca quiso desprenderse de él, y hasta después de su muerte no pasó a formar parte de la colección del Alcázar de Madrid. Las tres Gracias eran diosas nacidas de los amores de Zeus, pertenecientes al séquito de Afrodita, y simbolizaban el amor, la belleza, la sexualidad y la fertilidad. Como en todos los desnudos de Rubens, la maravilla de la piel, luminosa, transparente, nacarada, y esos cuerpos exuberantes, de un erotismo cálido e intemporal. Recuerdo ahora unas palabras del crítico de arte Javier Montes: "Se pinta (y en general se hace arte) para convocar lo que se desea o para conjurar lo que se teme. Desear y temer, ya lo sabemos, no son antónimos: ese es, en realidad, el intríngulis de la cuestión erótica. Y artística". "Todo arte es pulsión erótica encubierta y reencauzada", concluye.
Saturno devorando a su hijo, firmada en 1678. A la derecha, la versión, más brutal si cabe, del genial Francisco de Goya, realizada entre 1819 y 1823. Temiendo la profecía que anunciaba que sus hijos le arrebatarían el trono de los dioses, Saturno se los fue comiendo uno a uno, sobreviviendo exclusivamente Zeus, que más tarde cumpliría el vaticinio.
Esta imagen se inspira en textos clásicos y muestra a tres hermosas y sensuales jóvenes, que aluden a la fecundidad de la tierra. En los inventarios de la Colección Real una de las jóvenes se identifica con Ceres, diosa de la fecundidad y las cosechas. La cornucopia es símbolo de abundancia. El tema de la Naturaleza como constante generadora de vida es frecuente en la pintura de Rubens, que a menudo lo asocia a la sexualidad. En este caso, al situar la cornucopia entre las piernas de una de las ninfas, Rubens seguramente pretende utilizar el simbolismo sexual para enfatizar la idea de la abundancia y fecundidad de la Naturaleza. Las frutas y animales fueron pintadas por Frans Snyders. Rubens trajo consigo el cuadro a Madrid durante su viaje a la corte española de 1628-29. Me entusiasma la composición de este cuadro y, una vez más, la textura de la piel y la sensualidad que rezuma la obra.
Aquiles descubierto por Ulises y Diomedes. Seguimos con los temas mitológicos, en este caso referidos a la Guerra de Troya, cuando Aquiles, disfrazado de doncella, se esconde en la corte del rey Licomedes, en Esciros, pero es descubierto por Ulises. Muy probablemente este cuadro, fechado en 1661, haya sido obra de Van Dyck, que por aquel entonces se encontraba en el taller de Rubens, aunque bajo la tutela del maestro que supervisaría y concluiría la pintura. En una carta escrita en 1618 a un posible comprador, Rubens ofrecía "un cuadro de un Aquiles vestido de mujer hecho por mi mejor discípulo y todo retocado de mi mano, cuadro hermosísimo y lleno de muchas bellas muchachas".
Es soberbio el Apostolado, una colección de retratos extraordinarios. Os ofrezco, como muestra, los de San Mateo y San Pedro.
Si Rubens es el maestro de esas pieles luminosas, de esos cuerpos jóvenes plenos de sensualidad, qué decir de su genialidad cuando es la vejez o la desolación la que protagoniza el cuadro?. El rostro arrugado de San Pedro, la piel apergaminada en este La muerte de Séneca, y la expresión de su rostro mientras dicta sus últimas palabras y se deja bañar para mostrarle una imagen digna a la muerte. Un cuadro magnífico, quizá, entre tanta belleza, el que me gustaría llevarme a casa.
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Hola sol pau, ¡y encima hoy dos por el precio de una! bueno, eres, discúlpame, impresionante, porque podría uno quedarse aquí miroteando y estudiando hasta las tantas de esta noche buena. Gracias en todo caso por la doble entrega. La historia de Plinio sobre el origen de la pintura -sería una mujer enamorada y su bello gesto el origen del arte- es de esas que si no son del todo verdaderas merecen serlo. Qué curioso que mientras los hombres pinten bisontes -se pinta, a la luz de Rubens y de sus tres garcias, lo que se desea y se conjura lo que se teme-, las mujeres busquen en las sombras de la pared la figura del Amado. Decían en Sexo, mentiras y cintas de video que mientras los hombres se enamoran de la persona con quien se acuestan, las mujeres se acuestan con quien se enamoran, aunque cito de memoria y no sé si era exactamente así. Y qué decir de Rubens, que nos lo haces sumamente sugerente para quien de pintura no sabemos muchos y vamos así aprendiendo. El cuadro de Aquiles sorprendido por Ulises, travestido, que has puesto me resulta fascinante y me remite a Blake Edwards, recién fallecido, que en su soberbia, para mí, Víctor o Victoria abundaba con gracia suma en los equívocos y en la fragilidad de los roles en que consistimos. Buen día, sol pau.
ResponderEliminar(ahora que es Navidad, me atreveré a pedirte un favor, le darías un ojo a mío blog
el blog de jose antonio del pozo
pones eso en google y sale
verás, hoy pongo un relato, y aunque hablo otros días de otras cosas, y a lo mejor no estás de acuerdo conmigo, me agradaría que me lo vieras)
En todo caso recibe ya un afectuoso saludo
Como de costumbre, te has lucido en tus comentarios acerca de tan maravillosa muestra de Rubens, pero nunca superaran estas palabras a los comentarios en corto. Besos.
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