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jueves, 16 de diciembre de 2010
Jesús Munárriz, Aquel amor
Aquel amor
Lo mismo que escaleras de bodega
que los años desgastan y carcomen,
corroe la humedad, suaviza el uso,
y acaban convirtiéndose en perversa
trampa para caer en la negrura;
o igual que ciertas piezas o engranajes
que soportan fricciones o avatares mecánicos
con ficticia indestructibilidad,
sólo para lograr que al final la avería
que causa su ruptura sea aún más notable,
o como esos caballos que en las carreras lanzan
su energía en la recta final, y que consiguen,
ganando posiciones, adelantar al resto,
casi enfilar la meta,
pero luego, en los últimos metros, ya sin recursos,
agotado su empuje,
se ven sobrepasados, y son sus contrincantes
quienes ganan el premio;
así se iba agrandando aquel amor,
duraba y avanzaba,
presagiando en sus triunfos pasajeros
los futuros desastres que lo aniquilarían.
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