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martes, 21 de diciembre de 2010
Adán y Eva, de Durero, deslumbrantes en el Museo del Prado
No sé a quién habrá correspondido la idea de colocar los cuadros de Adán y Eva, de Durero, de espaldas al visitante que entra por la entrada principal del Museo del Prado, pero se lo agradezco infinito. Se encuentran en el centro de la galería; caminas hacia ellos y vas distinguiendo el magnífico trabajo que los restauradores han realizado, durante estos últimos dos años, en el armazón de las pinturas. Parece ser que los soportes sufrían tanto o más daño que los propios óleos, y los expertos restauradores del museo, en colaboración con el Metropolitan de Nueva York y la Fundación Getty, han tenido que paliar con paciencia y meticulosidad los destrozos.
Cuando sobrepasas los cuadros, giras y te enfrentas a ellos te recorre un escalofrío de placer. Brillan, deslumbran. No exagero. El trabajo de restauración sobre las pinturas, el proceso de limpieza que las ha librado de capas supérfluas de barniz, ha dejado al descubierto la luz que Durero otorgó a las pieles de Adán y Eva. Un tono nacarado, plateado o rosado según la zona, produce un efecto de luz interior que dota a la pintura de un brillo y una textura extraordinaria. Una pintura viva, recobrada la frescura, perdido el tono verdoso y mate que impedía disfrutar plenamente de su belleza. Hoy se puede decir que contemplamos las mismas obras que enamoraron a los que las vieron por primera vez en su emplazamiento original en el Ayuntamiento de Núremberg.
Estos cuadros fueron un regalo que Cristina de Suecia hizo a Felipe IV en 1654. Las estancias de verano de el Alcázar de Toledo fue el lugar elegido para albergarlas, junto a piezas de Rubens, Tintoretto o Ribera. En 1734 se declara un incendio en el Alcázar y las pinturas sufren su primer deterioro importante. Más adelante estuvieron a punto de perecer de manos de Carlos III, que ordeno su destrucción por considerarlas indecentes. Es fácil imaginar los ciudados que entonces recibirían si tal era el aprecio del rey. "Ver ahora los tonos ámbar de Eva y los plateados de Adán proporciona auténtica felicidad", afirma Mayte Dávila, responsable de la restauración.
Me encanta el gesto de Eva, esa medio sonrisa inocente e insinuante, un punto provocadora, sutilísima, con la que parece invitar a Adán a probar el fruto prohibido; y el gesto del hombre, con los labios entreabiertos, mirándola, enamorado y anhelante, cómplice de la mujer. Me gusta especialmente como trata el tema el pintor, uniendo a la pareja en la decisión de elegir, lejos de ese otro tratamiento tan común en la época que representa a Adán luchando contra la tentación y cayendo finalmente bajo el influjo de la pérfida sensualidad de la mujer, siempre símbolo del pecado. Como muestra, otra maravilla, el Adán y Eva de Rubens, colgada muy cerca de la obra de Durero, en la que vemos a Adán con el brazo extendido hacia Eva, en un gesto que parece indicar rechazo.
Este cuadro forma parte de la exposición dedicada a Rubens que paralelamente ha organizado el museo y que os comentaré uno de estos días.
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..Por que Adan y Eva tenien ombligo? en TODAS las fotos que existen de ellos se ve como tienen ombligo.. El ombligo es la prueba de que nacieron de una madre, y se supone que no fué asi..1 misera prueba para que la gente se de cuenta de como intentan comer la cabeza.
ResponderEliminarDe verdad creeis en dios? Dond esta vuestro dios en el "3º mundo"? en esas familias sin agua,ni comida, sin una cama, sin saber que es la electricidad.. o me vais a decir que se lo merecen?..
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1 ciencia