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lunes, 6 de diciembre de 2010

Jardines Impresionistas, en el Museo Thyssen


Cuando aún conservo el buen sabor de boca que me dejó la exposición de los Renoir en el Museo del Prado, visito el Museo Thyssen para contemplar la muestra Jardines impresionistas. Pocas pinturas resultan más gratas que las agrupadas bajo el término impresionismo. Tanto su temática como su factura resultan un regalo para la vista, tanto más en esta ocasión en la que los jardines y las flores son los protagonistas. La exposición reune más de 130 cuadros de algunos de los mejores artistas de mediados del siglo XIX y comienzos del XX, tales como Manet, Monet, Pissarro, Renoir, Sisley, Caillebotte o Berthe Morisot, entre otros.

















El florero como jardín interior, la contraposición entre la ciudad y el campo, el jardín como elemento decorativo o productivo, los parques públicos, el jardín como espacio íntimo... todos estos aspectos están presentes en la muestra. La exposición comienza con un conjunto de obras que podrían ser consideradas precursoras del jardín impresionista. Se trata de los jarrones de flores y los centros florales, a los que tan aficionados eran los pintores románticos. De entre la selección que nos ofrece el Museo, me quedo con este Flores en un jarrón, de Renoir. Creo haber hablado ya, cuando comenté la exposición de El Prado, de la maravilla de estas flores que brotan de la paleta de Renoir, un estallido de color y alegría. A su lado, los pintores de la Escuela de Barbizon se lanzan al aire libre y pintan el jardín como paisaje. Os muestro este precioso cuadro de Corot, El parque de los leones de Port-Marly, firmado en 1872, que más que un parque urbano parece un claro en un bosque, húmedo y umbroso.













Un tema que se repite con frecuencia es el de las madres con los niños en los parques públicos, vigilando sus juegos mientras leen, hacen ganchillo o charlan entre ellas. Mujer y niño en el jardín, titula Morisot el cuadro de la izquierda. Y a la derecha, un espléndido Manet, Partida de croquet, firmada en 1873.





















Mujer con una sombrilla en el jardín, Renoir, 1876; El parque Monceau, Monet, 1878, dos cuadros vibrantes de luz, olorosos, dos magníficos ejemplos de ese amor a la belleza y a la vida que transmite la mayor parte de la pintura impresionista. Cuadros para vivir. Y los pintores retratan en ellos la vida: momentos íntimos y privados, como en el caso de esas dos figuras paseando entre flores; o momentos de vida social, madres con sus hijos conversan en los bancos del parque, otros pasean por las alamedas.

















Me encantan los jardines interiores, esos reductos privados, continuación de la casa, hurtados a las miradas ajenas. Encabezo este comentario con Casa en Rueil, pintado por Manet en 1882, y sobre estas líneas La casa del artista en Argenteuil, de Monet, un precioso lienzo de 1873; y a la derecha Dalias, jardín de Petit Gennevilliers, firmado en 1893 por Gustave Caillebotte.

La exposición cuenta con una segunda parte en la sala de Exposiciones de la Fundación Caja Madrid.

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