!!! Bienvenido ¡¡¡

Gracias por entrar. Antes de irte, echa un vistazo y comparte con nosotros. Nos interesa conocer todo lo que quieras compartir. ¿Has hecho algún descubrimiento deslumbrante? ¿Una película, un poema, un cuadro, un disco? ¿Una ciudad, un paisaje? Ábrenos una ventana y nos asomaremos.

jueves, 2 de diciembre de 2010

"Mortal y rosa", de Francisco Umbral


"La casa, mi casa, el vacío encallado, el barco bacaladero en que nos hemos quedado para siempre. Porque vives otras casas, las amueblas, las habitas, y algo te dice que no son tu casa. Entras y sales en ellas. Pero un día encuentras la casa, tu casa, la que te esperaba, esa que teje enseguida en torno a ti su silencio, sus sombras, su polvo, su tiempo, y de la que ya no vas a salir nunca, a la que volverás siempre. La casa que empieza a cerrarse como una tumba en torno a ti. Cómo se adensa la casa, navío encallado, carabela varada, buque fantasma en los mares del Norte, orientaba siempre hacia el Norte, efectivamente, con frío y sombra. La casa, las paredes, los cuadros, mis retratos, los libros, el rumor de la nevera, hielo sagrado del hogar, motor de la vida, hélice polar del barco helado, telas de la costumbre, vidrios del día, cerámica del pasado, maderas de la constancia. Viaja la casa, no se está quieta, en realidad, un día da su proa a soles vivos y otro día a mares del cielo, oscuros y perdidos. Adonde va la casa, adonde nos lleva, tan lenta, desplazándose cuando dormimos, entregada a qué corrientes submarinas, la casa. Nos vive ella a nosotros, se nutre de nuestra presencia, engrosa sus paredes, modela sus lechos, nos habla con su boca de fuego, en la chimenea, nos cuenta el tiempo en relojes, es la bodega altísima de un barco que va por el cielo y somos la tripulación oscura, los fogoneros de ese submarino astral, pero eso sólo de vez en cuando, porque diariamente crece, se cierra, va pareciéndose a nosotros mismos, flor de cemento y música en que vivimos, libando muerte, y ese cabeceo de planta o de barco que tiene a veces. ¿Adonde va la casa?".

A veces me pasa que de repente, sin motivo aparente, recuerdo un libro y necesito perentoriamente tenerlo en las manos, comprobar que aún existe en mi biblioteca, que no se ha volatilizado como tantos otros. Dejo lo que estoy haciendo y me dirijo con cierto nerviosismo a los anaqueles dónde debería estar, rebusco, y a veces lo encuentro. Que alegría. Cuando es un libro muy querido, del que guardo una sensación cálida, la sensación de gozo es intensísima.

Es lo que he vivido hace unas horas, las que he tardado en releer buena parte de una joya que os recomiendo, uno de los libros más brillantes y conmovedores del último cuarto del siglo XX. Se trata de Mortal y rosa, de Francisco Umbral. El mío es una primera edición de la editorial Destino, de 1975.

Umbral escribió este libro tras la muerte de su hijo. Es un poema en prosa, hermoso, desolador. Yo os he transcrito unos párrafos que me entusiasman. Hablan de la casa como un refugio, un vacío encallado, una tumba, un viaje. Ahora os ofrezco otro fragmento, desgarrador.

"Sólo encontré una verdad en la vida, hijo, y eras tú. Sólo encontré una verdad en la vida y la he perdido. Vivo de llorarte en la noche con lágrimas que queman la oscuridad. Soldadito rubio que mandaba en el mundo, te perdí para siempre. Tus ojos cuajaban el azul del cielo. Tu pelo doraba la calidad del día. Lo que queda después de ti, hijo, es un universo fluctuante, sin consistencia, como dicen que es Júpiter, una vaguedad nauseabunda de veranos e inviernos, una promiscuidad de sol y sexo, de tiempo y muerte, a través de todo lo cual vago solamente porque desconozco el gesto que hay que hacer para morirse. Si no, haría ese gesto y nada más.Qué estúpida la plenitud del día. ¿A quién engaña este cielo azul, este mediodía con risas? ¿Para quién se ha urdido esta inmensa mentira de meses soleados y campos verdes? ¿Por qué este vano rodeo de la muerte por las costas de la primavera? El sol es sórdido y el día resplandece de puro inútil, alumbra de puro vacío, y en el cabeceo del mundo bajo un viento banal sólo veo la obcecación vegetal de la vida, su torpeza de planta ciega. El universo se rige siempre por la persistencia, nunca por la inteligencia. No tiene otra ley que la persistencia. Sólo el tedio mueve las nubes en el cielo y las olas en el mar."

La fotografía que encabeza este comentario nos presenta a Umbral en su biblioteca, con su mujer, María España, en primer término.

1 comentario:

  1. Qué bonito sol pau, ese gesto de necesitar tener entre las manos de repente el libro querido, que tanto te dice y te golpea y te conmueve y te eleva. Comparto la devoción por mortal y rosa, sin discusión uno de los mejores libros que se hayan escrito nunca, y que todos los que se quedan en la imagen atrabiliaria de Umbral, grande por este libro, se pierden. Saludos

    ResponderEliminar