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jueves, 24 de febrero de 2011

Madrid, ciudad de tísicos


Puede tratarse de una orquesta sinfónica, de cámara o un solista. Entre movimiento y movimiento, en cada pausa, en el Auditorio de Madrid (perfecta cámara de resonancia) se desata una tormenta de toses , un fragor que sepulta irremisiblemente las notas que aún bailaban en el aire. Tengo la convicción de que, caballeros tan distinguidos y damas tan elegantes, acaban de escaparse de un hospital para tuberculosos. No me cabe duda. Algunos carraspean, se aclaran la voz, y sospecho que quizá tienen la íntima tentación de subir al escenario y cantarnos un lied. Miro atentamente al director y como tengo la suerte de estar sentada muy cerca y un poco de lado, puedo espiar su gesto. En general, esperan estoicos hasta que el concierto faríngeo finalice, pero a veces he sorprendido algún gesto de impaciencia, incluso alguna sonrisa socarrona dirigida al primer chelo. Y siempre me pregunto por qué no girará y, con la batuta, imprimirá cierto orden en las toses: ahora las graves, ahora las agudas, ahora femeninas, luego masculinas, salpicadas de resoplidos y carraspeos. Y todo ello sobre el mar de fondo de los murmullos, los comentarios urgentes que los antes pacientes oyentes deben hacer a su acompañante, calculo que un atinado juicio sobre los compases que acaban de escuchar.

Pero esta orquesta de tísicos, capaces de interpretar sinfonía tan inspirada, a veces no puede esperar esa pausa que los compositores, infaustas criaturas, establecieron entre movimientos reconociendo al silencio su poder evocador, y se lanzan cuando menos lo esperas, a veces cuando una flauta da sus notas más delicadas, o un violín susurra casi imperceptible. Eso sí, intercalándose con cremalleras de bolsos que se abren y cierran, crujientes celofanes de caramelos o batir de programas convertidos en circunstanciales abanicos.

Delicioso. Nada como asistir a un concierto para tomar el pulso al estado de salud de la llamada "España culta".

2 comentarios:

  1. Como tú, tengo la gran suerte de estar muy cerca del director y de las cuerdas, pero amiga...,tengo la desgracia de estar muy cerca ce cierta cremallera bolsística, y lo que es peor, delante de unos "tísicos" y además parlanchines, amén de mis vecinos/as que siempre al llegar con el tiempo justo, me hacen levantarme. Por cierto, dicen que los tísicos tienen buen oido, claro que los que no lo somos, lo que oímos son sus toses. Agur.

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  2. Jajajajaja, muy bueno. Me encanta cómo lo describes. Es curioso que en los conciertos de rock y de otros estilos similares no se desate tal tormenta de toses, al menos entre la parroquia más cercana. Quizá sea el volumen, no sé...

    Besos.

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