!!! Bienvenido ¡¡¡

Gracias por entrar. Antes de irte, echa un vistazo y comparte con nosotros. Nos interesa conocer todo lo que quieras compartir. ¿Has hecho algún descubrimiento deslumbrante? ¿Una película, un poema, un cuadro, un disco? ¿Una ciudad, un paisaje? Ábrenos una ventana y nos asomaremos.

viernes, 16 de septiembre de 2011

"Reflexiones sobre una moribunda", por Mario Vargas Llosa


"Las utopías sociales, esas tentativas -generosas o perversas- de reordenar la sociedad humana de acuerdo a un principio religioso o político, han sembrado la historia de cadáveres. Pese a ello, se han sucedido unas a otras, cada cual más catastrófica que la anterior, de modo que debemos aceptar como un hecho irreversible que los seres humanos necesitamos (y, por tanto, seguiremos buscando) esa sociedad perfecta o mudanza del paraíso a la tierra que cada utopía social se propone realizar.

En el pasado fueron los sarracenos y los cristianos los que combatieron a muerte, entre ellos y dentro de ellos, para purgar al mundo de impíos, infieles, supersticiosos, apóstatas, desviacionistas y bárbaros de toda clase, e imponer una humanidad de fieles purificados y ortodoxos al servicio del verdadero dios y la verdadera religión. Pero las utopías más sanguinarias fueron las del siglo XX, las ideológicas, que batieron todas las marcas en el número de víctimas y sufrimientos que causaron. El sueño nazi de una humanidad de razas superiores, limpia de judíos, negros, gitanos, de tarados, degenerados, y de pueblos esclavos al servicio del amo ario, provocó el holocausto y una guerra mundial que devastó cinco continentes. La muy generosa utopía comunista de crear una sociedad sin clases y sin explotación del hombre por el hombre no fue menos terrorífica, si se piensa que sólo entre el gulag soviético y la revolución cultural china liquidaron (cálculo conservador) 40 millones de personas.

Siempre pensé que la creación de una Europa unida, integrada y sin fronteras, iba a ser la primera tentativa social colectiva que, a diferencia de las otras, no fracasaría y conseguiría su designio de acabar con los nacionalismos que, a lo largo de la historia, enfrentaron en matanzas insensatas a los países y a las culturas que forman el llamado Occidente. Se me objetará que la idea de la Unión Europea no es "utópica", palabra cargada de irrealidad, sino un proyecto político perfectamente realista y sustentado no en principios religiosos o ideológicos (que son también religiosos aunque pretendan ser laicos) sino en convicciones y conocimientos racionales. Bueno, de acuerdo. En todo caso, se trataba de un proyecto extraordinariamente ambicioso, concebido dentro de la cultura de la libertad, organizado con la flexibilidad y diversidad que garantiza la democracia, y que aseguraría la preservación de las tradiciones, lenguas, usos y costumbres y creencias de todos los países miembros, siempre y cuando, claro está, no trasgredieran las normas esenciales del Estado de derecho.

Ahora que Europa parece a punto de explotar, conviene tener presente que, con todas las críticas que pueden hacérsele, la Europa a medio hacer que tenemos ha conseguido que el viejo continente viva casi 60 años ininterrumpidos de paz, pues todos los conflictos bélicos de estas últimas décadas, como el de los Balcanes, ocurrieron siempre fuera de los límites de la Unión. Y que, con todo lo que pueda haber fallado en la construcción de Europa, sus logros han sido también impresionantes.
(...)
Si la Unión Europea se desintegra, los países europeos estarán mucho peor de lo que están ahora, todos, los prósperos como Alemania, Francia y los países nórdicos, y los empobrecidos, como Grecia, Irlanda y España. Por eso, una de las razones más poderosas para salvar a la Unión Europea, es que ella, unida, enfrentará mejor la crisis y las políticas para salir de ella que los países librados a su propia suerte. Por eso, en esta hora difícil, acaso la más difícil que Europa haya vivido desde vísperas de la Segunda Guerra Mundial, hay que cerrar filas en defensa de la Unión, y, en vez de asistir indiferentes a su demolición, movilizarse contra ella, conscientes de que quienes quisieran destruirla son los mismos nacionalistas irredentos, encastillados en sus viejos prejuicios, con las mismas orejeras que, en el pasado, les impidieron prever los cataclísmicos efectos que tendrían, para ellos mismos, sus sueños violentistas. Porque en todo nacionalismo, aun en el que de boca para afuera se muestra más circunspecto y tolerante, anida la violencia contra el otro, el diferente, el que no forma parte de la tribu."
(...)

Os ofrezco un fragmento del artículo firmado por Mario Vargas Llosa, aparecido en el diario El País el 11 de septiembre de 2011.

2 comentarios:

  1. No estoy de acuerdo con este señor, será un excelente escritor de ficciones, pero ya le conocemos su veta pro mercado ultra libre. Es característica de él plantar enemigos inventados, en este caso "nacionalistas irredentos de sueños violencistas", fantasmas que sólo apuntan a llevar agua a su molino (que también es una utopía impracticable).

    ResponderEliminar
  2. Totalmente de acuerdo Carlos, su perspectiva humanista del pasado mas bélico de nuestra historia, no es escusa, puesto que hoy día nuestras trincheras se escarban en escenarios muy distintos, pero no por ello menos crueles y deshumanizados. Lo que es cierto es que el hombre es cada vez mas respetuoso en términos generales, pero no gracias a ninguna maquinaria manejada por los grandes capitales. Eso no me convence.

    Un saludo a tod@s

    ResponderEliminar