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jueves, 1 de septiembre de 2011

Dubrovnik

La llaman La Perla del Adriático. Dicen que es el refugio de la aristocracia y el dinero, que no es de extrañar encontrarte cenando en un pequeño restaurante a Carolina de Mónaco o cruzarte por la calle con Jeremy Irons. Creo que he desembarcado en Dubrovnik en el peor momento, cuando esa odiosa marabunta de turistas, de la que formo parte, invade como una marea sus plazas y sus calles.


















Cómo será la vida de estas gentes cuando, al caer la tarde, barcos como en el que viajo zarpen del puerto y la ciudad recobre la calma? O en invierno, cuando los amantes del sol busquen otras aguas?. Entonces me gustaría vivir aquí, escuchar el sonido de las campanas serpentear entre estas calles, subir a la muralla para mirar el mar.


















Alguien escribió que Dubrovnik posee alma eslava y cuerpo latino. Sus calles me traen un regusto al refinamiento veneciano y a la calidez florentina.

























Una ciudad con 1400 años de historia a sus espaldas; gobernada por bizantinos, venecianos, húngaros; una ciudad exquisita, señorial, que se hurta a miradas ajenas tras los altos muros de los jardines palaciegos. Cómo me gustaría poder traspasar estas gruesas puertas de madera y contemplar lo que guardan.













Pese al calor sofocante de la tarde, merece la pena hacer un recorrido por el adarve de la muralla y contemplar la ciudad desde su altura, que en algunos puntos alcanza los 25 metros. Desde aquí se aprecia perfectamente la novísima factura de los tejados, en su mayoría destruidos en los años 90 por los bombardeos.














La vista es maravillosa. Sobre los patios traseros de las casas, con sus pequeños jardines y su ropa tendida al sol; sobre las fachadas posteriores de los palacios; los campanarios de las iglesias; las pequeñas viviendas colgadas de las murallas; y el mar.













Un mar de un azul intensísimo que no me cansaría de mirar. Este viaje es una interminable despedida.













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4 comentarios:

  1. Hola Sol Pau, debes de estar viviendo una sucesión de amores de verano, te enamoras de un lugar y de pronto tienes que despedirte, bueno mas vale conocer un lugar maravilloso y dejarlo atrás, que no llegar a conocerlo nunca.

    Feliz camino Sol Pau.

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  2. Esas callejuellas tienen un encanto innegable, pero no puedo evitar pensar en la gente que vive en ellas: ¡cuántas cuestas, cuántos escalones cargados con las cestas pesadas de la compra!
    Buena estancia en Asturias Sol Pau.

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  3. Tienes razón, Juan. Algunas ciudades son amores antiguos, como Venecia o Estambul; otras, como Esmirna o Dubrovnik, auténticos flechazos. Un beso

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  4. Es verdad, Colo, no había caído en ello. Buen ejercicio para las piernas, sin duda. Abrazos

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