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miércoles, 1 de diciembre de 2010

Una educación sentimental


"Si hoy me pregunto por qué amo la literatura, la respuesta que de forma espontánea me viene a la cabeza es: porque me ayuda a vivir. (...) La literatura, más densa y más elocuente que la vida cotidiana, pero no radicalmente diferente, amplia nuestro universo, nos invita a imaginar otras maneras de concebirlo y de organizarlo". Palabras de T. Todorov en el prólogo de su libro La literatura en peligro.

Recordé estas palabras hoy, viajando en el metro de Madrid. Me acerqué al cartel pegado en la pared del vagón donde, bajo el lema Ni un día sin poesía, se reproducía el poema de Miguel Hernández Umbrío de pena. Hace tiempo que está en marcha una campaña consistente en colocar fragmentos literarios en los transportes públicos, con objeto de acercar la literatura al ciudadano. Así que leí:

Umbrío por la pena, casi bruno,

porque la pena tizna cuando estalla,

donde yo no me hallo no se halla

hombre más apenado que ninguno.

Sobre la pena duermo solo y uno,

pena es mi paz y pena mi batalla,

perro que ni me deja ni se calla,

siempre a su dueño fiel, pero importuno.

Cardos y penas llevo por corona,

cardos y penas siembran sus leopardos

y no me dejan bueno hueso alguno.

No podrá con la pena mi persona

rodeada de penas y de cardos:

¡cuánto penar para morirse uno!




Serrat compuso esta preciosa canción con el poema.

Al regresar, el fragmento que tenía más cerca pertenecía a La novela de Perón, de Tomás Eloy Martínez, que comenzaba así:

"Una vez más, el general Juan Perón soñó que caminaba hasta la entrada del Polo Sur y que una jauría de mujeres no lo dejaban pasar ...".

Alberto Manguel, en su libro La ciudad de las palabras. Mentiras políticas, verdades literarias mantiene que "las ficciones pueden ayudarnos, aliviarnos, iluminarnos y mostrarnos el camino. Sobre todo pueden recordarnos nuestra condición, traspasar la apariencia superficial de las cosas... pueden alimentar nuestra conciencia... para saber qué somos, un conocimiento esencial que nace de la confrontación con la voz de otro. Soñar historias, contar historias, escribir historias, leer historias, son artes complementarias que otorgan palabras a nuestro sentido de la realidad...".

Carlos García Gual, en su artículo Utilidad de la ficción publicado en el diario El País el 30 de octubre de este año, sostenía que la verdadera lectura sigue siendo un desafío intelectual, un arte y una educación sentimental. Una educación sentimental. Eso es. Ahora me está educando El sueño del celta, de Vargas Llosa. Qué disfrute.

2 comentarios:

  1. Nada, nada; la literatura no está en peligro, mientras exista el ser humano, siempre tendrá algo que contar, y no lo dudes: lo hará.

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  2. ¡viva la madre que me parió! jajajajaja!

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