El viaje definitivo
Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros
cantando.
Y se quedará mi huerto con su verde árbol,
y con su pozo blanco.
Todas las tardes el cielo será azul y plácido,
y tocarán, como esta tarde están tocando,
las campanas del campanario.
Se morirán aquellos que me amaron
y el pueblo se hará nuevo cada año;
y lejos del bullicio distinto, sordo, raro
del domingo cerrado,
del coche de las cinco, de las siestas del baño,
en el rincón secreto de mi huerto florido y encalado,
mi espíritu de hoy errará, nostálgico...
Y yo me iré, y seré otro, sin hogar, sin árbol
verde, sin pozo blanco,
sin cielo azul y plácido...
Y se quedarán los pájaros cantando.
La otra noche, en una duermevela,
ResponderEliminarescribí una carta de amor en mi cabeza,
y me parecía hermosa y digna de mi amada.
Las palabras brotaban insensibles, sin esfuerzo,
y deseé enardecido que llegara la mañana.
Y cuando el sol se deslizó por los resquicios
del negro cortinón que vela la ventana,
y se evaporaron los efluvios de la noche
y reparé otra vez en la grieta que cruzaba
de lado a lado el techo, en el grabado...,
me pareció ridículo, pueril, una bagatela,
aquello que entre sueños tenía por magnífico:
Todo se consumió en fuego fatuo de duermevela.
Nunca hallará nadie puerilidad en tus palabras, mi querido Guillaume. La noche es buena consejera: ella nos invita a volar, en su seno todo está a nuestro alcance. Lástima de esa carta que nunca llegó a su destino. Que tenga más éxito mi beso
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