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jueves, 7 de noviembre de 2013

Los colores del otoño

Amarillos, ocres, verdes, rojos. En el otoño de mi infancia las aceras se tapizan con los erizos que caen de los castaños, se abren como cáscaras de huevo y dejan al descubierto la piel brillante y satinada de las castañas. Pocas cosas tan placenteras como salir a caminar una mañana de otoño, mejor si es día de fiesta y la ciudad parece adormilada, casi sin tráfico, casi silenciosa.






















Caminar, por ejemplo, por el Paseo de Recoletos y descubrir cómo recobra su romanticismo y su elegante y decadente belleza si nada lo disturba. Solo algún vecino madrugador pasea a su perro, con el periódico y la barra de pan bajo el brazo. Caminar hasta el Jardín Botánico, al que vuelvo una y otra vez, y siempre es diferente.












En otoño el jardín recobra un aire salvaje, un no sé qué indómito y desordenado que me enamora. Ya no se ven las flores perfectamente alineadas en los parterres, las plantas se desmochan y sacuden sus hojas a diestro y siniestro, incluso los árboles abandonan su uniformidad y se colorean a su antojo.












Voy huyendo de los pocos visitantes que descubro a lo lejos. Y termino sentada en mi rincón, mirando las copas de los árboles que forman una bóveda sobre mi cabeza, feliz.


4 comentarios:

  1. Los jardines que florecen en otoño son los más hermosos. Ayer, en la Arcadia, veía brotar en medio de un racimo de espadas amustiadas el azul-violeta de la flor de un agapanto. Como un hijo pródigo que no se le espera, la belleza tardía de esta inflorescencia me alegró el ánimo.
    Ver cómo se esponjan las flores otoñales, cuando las demás se amustian y desaparecen quizá sobrecogidas por la inminencia del invierno, es una metáfora de la esperanza irreductible. Que no nos falten las flores del otoño.

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  2. Qué afortunado eres!!! Yo, para ver brotar una flor, tengo que caminar medio Madrid, y tú puedes ir tomando el pulso a las estaciones con solo abrir la ventana. Qué envidia.
    Yo también adoro el otoño, pero ¿qué me dices del olor del invierno, de su luz? Y la primavera, y el verano... En fin, Federico, que no nos falten las flores del otoño, ni la luz de invierno, ni los olores de la primavera, ni el esplendor del verano, verdad? Yo lo quiero todo. Un beso
    PD: Madeleine está triste sin su Apollinaire. Si tienes ocasión, házselo saber.

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  3. Permitídme que os envidie a ambos por estar disfrutando de un otoño que por mi tierra ni se le ve ni se le espera. Vuelvo de noche del trabajo, andando por enmédio de la marjal y a día de hoy voy en manga corta. No veo donde iremos a parar pero asusta este descontrol. Besos para los dos.

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    1. Asusta, sí. Pero así y todo disfruta de las postrimerías del verano, porque el otoño llegará. Besos, amigo mío

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