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sábado, 23 de noviembre de 2013

Una desilusionante The World Orchestra en el Auditorio

Hace unos días hizo su debut en Ibermúsica The World Orchestra, un interesante proyecto que pretende reunir a jóvenes músicos de diferentes países, gestionado por East-West Music en colaboración con Juventudes Musicales. Y lo hizo con un precioso programa, la primera parte dedicado a Ravel (el maravilloso La Valse, de aperitivo, y después las Cinco canciones para soprano y orquesta de Shéhérazade, con la soprano Ángeles Blancas como solista); y, tras el descanso, la Suite II y La muerte de Tebaldo, perteneciente a la Suite I, de Romeo y Julieta de Prokofiev. La orquesta se presentó bajo la dirección de su titular, Josep Vicent.

Sufrí durante todo el concierto, pero sobremanera durante la ejecución de La valse, una composición que me gusta especialmente. Sentí los balbuceos de la orquesta, que tocaba descompaginada, durante el inicio de su ejecución, y luego, cuando se sintió más segura, sus excesos con viento y percusión. ¿Por qué las malas orquestas convierten la música en un chan-chan insufrible? Pero no quiero cebarme. Se les veía esforzados e ilusionados, quizá solo necesiten madurez. Me resultó enternecedor su afán por parecerse, en gestos y maneras, a la Orquesta Sinfónica Simón Bolivar dirigida por Dudamel.

Os ofrezco La Valse interpretada por la Orquesta Nacional de Francia, dirigida por Bernstein:

2 comentarios:

  1. En efecto, también para mi es un verdadero dolor asistir a una función musical en la que nada cuadra porque me pongo en la piel de los intérpretes y sé lo que sufren porque también conozco su esfuerzo, su estudio, sus renuncias, sus ilusiones.
    En esos casos tampoco quisiera ser crítico musical porque un palo gordo o demoledor en la actualidad, donde uno estornuda y a los dos segundos se sabe en las antípodas, puede hundir una carrera, así como suena.
    Cuando todo sale perfecto, un oyente puede pensar: "pues... no parece tan difícil". Pero cuando las cosas se tuercen, es el momento de descubrir la dificultad que entraña la perfecta ejecución de la gran música y valorarla como se merece.
    Y ya que nos ofreces el Vals de Ravel, hoy los mil besos que te mando van a ritmo de 3 por 4 a lomos de las notas saltarinas del Gran Vals Brillante de Chopin.

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    1. Sí, me dio pena, sobre todo viendo la juventud de los músicos y su emoción ante los aplausos finales. Pero no puedo mentir. Besos, guapo.

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