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martes, 2 de agosto de 2011

La Dama de Elche


La Dama de Elche, la escultura más conocida del Arte Ibérico, se encontró por casualidad en 1897. Según J. M. Travieso, en el mes de agosto de dicho año un joven de catorce años jugaba en los terrenos del doctor Aureliano Campello, en un montículo del término de Elche, la antigua Illici Augusta Colonia Julia romana. Escarbando con las herramientas que los obreros habían dejado, se tropezó con una piedra caliza, que resultó ser La Dama. No era la primera vez que se encontraban piezas arqueológicas en dichas tierras. El doctor Campello ya atesoraba gran cantidad, que legó a su hija Asunción, con el encargo de que fueran vendidas a la Real Academia de la Historia para formar parte de la colección del Museo Arqueológico. Así se hizo, pero ya estaba cerrado el trato cuando se descubrió La Dama, y la hija no quiso incluirla en el lote. Finalmente, fue el Museo del Louvre quien adquirió la escultura, que permaneció en París durante cuarenta años, hasta que en 1941 los estados francés y español llegaron a un acuerdo y la pieza regresó a España.

La Dama se expone en el Museo Arqueológico de Madrid, donde la visito una mañana de verano. Me quedo fascinada mirándola, como me quedé ante la cabeza de Nefertiti en Berlín. Es imponente. Fue esculpida en caliza ligeramente anaranjada en el siglo V - inicios del IV antes de Cristo. Tallada en busto redondo, representa a una dama ricamente ataviada, de rasgos regulares y gesto de gran dignidad. Originariamente estuvo policromada en tonos rojos, azules y amarillos, y tenía aplicaciones de láminas de oro.
















En las simulaciones que os ofrezco podéis ver cómo era su aspecto, según los expertos. Se conservan restos de la policromía y de pasta vítrea en los ojos. Viste una túnica cerrada por una pequeña fíbula anular, un velo rojo y un grueso manto azul de grandes pliegues. Se adorna con tres collares, dos con anforillas colgantes y el tercero con porta amuletos en forma de lengüeta, pendientes de placas y colgantes con ínfulas, una diadema de cuentas y los dos grandes rodetes que la caracterizan. Todo ello habla de una dama de alcurnia, vestida para una ocasión solemne.

Su rostro recuerda al de las antiguas korai griegas: rasgos muy perfilados, labios delineados y gesto mayestático. Los historiadores aún no saben con certeza si formó parte de una escultura de cuerpo entero, en cuyo caso su aspecto podría ser el que veis en la simulación; si fue una urna cineraria (contenedora de cenizas); si representa a una diosa, a una sacerdotisa o, simplemente, es el retrato de una aristócrata, hipótesis esta que parece la más plausible. En cualquier caso, una belleza.

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