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lunes, 29 de agosto de 2011

Estambul, en la frontera

Repaso lo que os he contado sobre Estambul y soy consciente de que no he sabido trasladaros una ínfima parte de mi fascinación por esta ciudad. Estambul es una ciudad fronteriza entre oriente y occidente y, como tal, vive la contradicción y el enriquecimiento, la complejidad y la belleza que suelen nacer del mestizaje. La miras desde lejos, y te parece un sueño ese horizonte de cúpulas y minaretes, los palacios y los pequeños pueblos a la orilla del Bósforo.













Pero lo mejor, como en todas las ciudades, es caminarla, mezclarte con la gente, espiar sus escaparates y entrar en sus cafés.













A media tarde es difícil transitar por una calle que no se encuentre atestada de gente. Por esta zona, algo alejada de las rutas más turísticas, abundan sobre todo las familias haciendo sus compras y muchos hombres solos conversando de pie en las aceras o sentados alrededor de una mesita colocada en plena calle, tomando un café.


















Me encantan estas tiendas, y los productos que venden. Observar a la gente. Mujeres con tirantes y minifaldas se cruzan con otras cubiertas con hiyab y esa especie de chilaba hasta los pies. La sensación de estar y no estar en Europa.













Caminamos hasta el Gran Bazar, en mi recuerdo un lugar fascinante, el prototipo de bazar oriental con su dédalo de calles, miles de tiendas ofreciendo todo tipo de productos, fuentes, cafés, mezquitas... El Gran Bazar, en la época otomana, no era solo un centro comercial sino también el centro financiero de la ciudad. Dependiendo de la zona, las calles olían a madera, especias, tela, cuero ... Hasta mediados del siglo XIX también se vendían esclavos.


















La puerta de Nuriosmaniye, la que veis a la izquierda, con su escudo en el que se representa la pistola, el libro y la bandera, es la entrada principal al Gran Bazar. Luego lo aconsejable es perderse y recordar que la ceremonia del regateo es para los turcos casi tan importante como para los árabes. Aunque merece la pena conocerlo, el Gran Bazar ya no es lo que yo recordaba. Ahora más parece una atracción turística, un anzuelo para captar divisas que un verdadero centro comercial.














Llega el momento de volver al barco y zarpar rumbo a Dubrovnik. Me duele dejar Estambul, quizá sea la ciudad en la que más he denostado de estas "visitas de médico" que el crucero nos fija. No he tenido tiempo de volver al Topkapi, ni al palacio Dolmabahce, no he podido ver la ciudad de noche, iluminada, ni contemplar el amanecer sobre las cúpulas. Pero volveré. Pronto.













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2 comentarios:

  1. Comparto tu fascinación por Estambul, las fotos están muy bonitas, yo cada vez que puedo cojo un avión y me voy a Estambul. Adoro esa ciudad.

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  2. Cómo te envidio, Lester. Si pudiera, saldría volando hacia allí. Un abrazo

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