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lunes, 22 de agosto de 2011

Costeando el Peloponeso

Programa de navegación: "A la izquierda del barco, a una distancia de 5 millas naúticas, podremos avistar la isla de Proti. Una hora después, siempre a la izquierda, veremos la isla de Sapienza, y navegando con ruta suroriental hasta Cabo Tainaro costeando la Península del Peloponeso. Una vez pasado Cabo Tainaro, asumiremos ruta oriental hasta la puesta de sol; entonces pasaremos entre la isla de Kythira y la parte extrema sur de Grecia para, finalmente, fijar rumbo nororiental: Continuaremos nuestra navegación por el mar Egeo con dirección a Izmir, nuestra próxima escala."













Costeamos el Peloponeso. Apoyada en la barandilla de uno de los puentes, veo dibujarse su perfil cambiante, tierra áspera, roca caliza salpicada de verde.













De vez en cuando, un pueblo blanco colgado de la falda de la montaña o extendido a la orilla del mar. Zarparían desde aquí las naves que se enfrentaron a los persas en las Guerras Médicas?












Detrás de estas montañas, Esparta, la capital de la región de Laconia, la más meridional de la península. Será uno de estos el monte Taigeto, donde se encontraba el Apótetas, la sima donde se arrojaba a los niños no aptos para la milicia? Un pueblo volcado en la guerra no se podía permitir debilidades. "Un padre no era dueño de criar a su hijo. Desde que nacía, se llevaba a un lugar llamado lerché, donde se reunían los más ancianos de cada tribu. Allí era visitado y examinado; si estaba bien conformado y si anunciaba vigor, ordenaban que se le criase, y le asignaban como herencia una de las nueve mil partes de tierra. Si era contrahecho o de una débil complexión lo enviaban para ser arrojado a una sima inmediata al monte Taigeto, y que se llamaba los Apotetas. Pensaban que, estando destinado desde su nacimiento a no tener ni fuerza ni salud, no era ventajoso ni para él ni para el Estado dejarlo vivir", nos cuenta Plutarco en sus Vidas paralelas. Los considerados aptos pasaban a formar parte del Ejército, donde permanecerían hasta los sesenta años. Vivían en un régimen de gran asusteridad, sometidos a una férrea disciplina física. Desde niños se les inculcaba el amor a la patria, la obediencia ciega a sus superiores y el respeto a los ancianos. Pero no se abandonaba el cultivo de su espíritu: también se les enseñaba a leer y a escribir, música y danza. La educación de las mujeres, como no, se limitaba a asegurarse buenas criadoras y amas de casa. Madres fuertes y sanas de niños vigorosos.

Llega el crepúsculo y cambiamos de rumbo. Mañana, Esmirna.


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1 comentario:

  1. Gracias a ti por compartirlos conmigo. Espero verte más a menudo por aquí. Un abrazo

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