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viernes, 19 de agosto de 2011

Olympia



Camino por las ruinas de Olympia y, con el plano del santuario en la mano, trato de dar marcha atrás en el tiempo e imaginarme estas calles pobladas de gente; a los atletas prestando juramento en el Bulefterion, antes de salir a competir, o entrenándose en la Palestra; a los sacerdotes quemando carneros negros en honor a Pélope, o en el gran Altar de Zeus, construido con la ceniza de los sacrificios, cuya localización exacta se desconoce pero seguro no estaba muy lejos de su templo.













En un principio, los juegos consistían en carreras de atletismo tal y como se practicaban en el ejército, cuyos miembros tenían fama de tener un gran sentido de la lealtad y el valor. Duraban solamente un día, y a menudo eran interrumpidos por ceremonias religiosas. Más adelante llegaron a durar varias semanas y tenían lugar cada cuatro años, en el solsticio de verano. Imagino a los atletas bajo este calor infernal. Mientras duraban los juegos, todos los conflictos quedaban en suspenso. Los participantes debían ser griegos y la presencia de las mujeres estaba expresamente prohibida, bajo pena de muerte, excepto para la sacerdotisa de Hera. El premio para los vencedores era, a parte de su público reconocimiento, ver grabado su nombre en el álbum de las victorias y la ejecución de una estatua cuyo tamaño no debía superar el natural.













Después del de Zeus, el templo de Hera, el Heraion, era el más importante del santuario. Construido alrededor del 600 antes de Cristo, en la ladera del Cronion, fue un templo de estilo dórico con seis columnas en la parte norte y sur del edificio, y 16 al este y al oeste. En las fotos podéis ver cuál fue su aspecto y lo que hoy de él se conserva. Se cree que solo la parte inferior de los muros eran de piedra tallada, construyéndose el resto de adobe. La parte superior del frontón triangular estaba coronada con una enorme acrotera en forma de disco. En el interior del templo se custodiaba el disco de Ifito, el fundador de los juegos, sobre el que estaba inscrito el texto de la tregua, el tratado que imponía la interrupción de las hostilidades durante los juegos, garantizando así la seguridad de los atletas.














Estas tres columnas es lo que se conserva del Filipeion, un precioso edificio circular que mandó construir Filipo II en honor a Zeus tras salir victorioso de la batalla de Queronea, en el 338 después de Cristo. A la derecha, el Pórtico sur, mirando al río Alfeo, fue el primer edificio de Olympia en el que se utilizó el estilo corintio.

Cerca del Pórtico sur, las ruinas del que fue el gran hotel de Olympia, el Leonidaion, fundado por Leonidas de Naxos para dar alojamiento a los muchos visitantes que se acercaban al santuario atraídos por los Juegos. Contaba con un buen número de habitaciones y espacios auxiliares, dispuestos alrededor de un patio central. Muy cerca de aquí se encontraban los baños públicos y también el Bulefterion, donde, ante una estatua de Zeus, los atletas prestaban juramento antes de comenzar la competición mientras pisaban los órganos genitales de un jabalí que, según los expertos, simbolizaba la vida.













De la Palestra y el Gimnasio, las dos construcciones de carácter deportivo necesarias para el entrenamiento de los atletas, han quedado los vestigios que veis en la foto. Abro el comentario con una imagen del Estadio. Aunque se conoce su existencia desde principios del siglo VII antes de Cristo, su ubicación actual data de dos siglos después, cuando la afluencia de público aconsejó ampliar el espacio dedicado a las gradas. Los atletas y sacerdotes accedían a él a través de la cripta, un pasillo de 32 metros, abovedado, cuyos laterales se adornaban con columnas y pequeñas estatuas. Los espectadores, entre 40.000 y 45.000, lo hacían por las gradas.

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