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viernes, 26 de agosto de 2011

Cuaderno de bitácora: jueves, Estambul


Programa de navegación: "De madrugada estaremos todavía navegando por el mar de Mármara, y a las 7.00 Costa Favolosa entrará en puerto. El muelle de atraque se encuentra en la misma entrada del Bósforo y, un poco antes del atraque, será posible admirar a nuestra izquierda algunas de las más bonitas mezquitas de Estambul, entre ellas Sultanahmet primero y Ayasofia después. Cerca de las 18.30 zarparemos de Estambul, y apenas abandonado el muelle realizaremos una pequeña navegación costeando la ciudad que acabamos de abandonar, pudiendo admirar algunas de las mezquitas más importantes de la ciudad de Estambul. Continuaremos la navegación por el mar de Mármara con rumbo occidental, tras pasar Gelibolu, el Estrecho de los Dardanelos nos conducirá hasta el mar Egeo, donde navegaremos rumbo sur."


"En la mañana, cuando uno se despierta y ve la niebla sobre el Cuerno de Oro con minaretes que se elevan de ella, delgados y limpios, hacia el sol y el muecín llamando a los fieles a la oración con una voz que se eleva y cae como un aria de una ópera de Rusia, usted tiene la magia de Oriente", escribió Ernest Hemingway sobre Estambul en 1922, cuando visitó el país para cubrir el final de la guerra greco-turca. También él quedó marcado por la magia de esta ciudad, a pesar de que no le gustó Estambul. Pero esta es una de las ciudades más fascinantes del mundo, una ciudad a la que visito por segunda vez, aunque en esta ocasión se reduzca a una "visita de médico", y en la que siempre me gustaría quedarme. Bizancio, Nova Roma, Constantinopla, Estambul, cuatro nombres para una misma ciudad.













En las pocas horas que tengo por delante, quiero volver a verlo todo, revivir antiguas sensaciones, y pronto me doy cuenta que no es posible. Pero sí consigo sentarme en un banco entre Santa Sofía y la Mezquita Azul y contemplarlas alternativamente, una a mi izquierda, otra a mi derecha, tan hermosas. Cuando las contemplé por primera vez atardecía. Hoy el sol te aplasta contra el suelo. Pero, de repente, comienza a cantar el muecín, llamando a la oración, y la emoción se mantiene intacta.













Aquí tenéis los dos interiores: la Mezquita del Sultan Ahmet (la Mezquita Azul), una joya de azulejos que, pese a sus dimensiones, posee toda la gracia y la liviandad; y a la derecha, Santa Sofía, junto con San Pedro del Vaticano el templo más imponente de cuantos conozco. Pero tanto una como otra están atestadas de turistas. Odio sentirme parte de esta marabunta. Ante el mihrab, en dirección a La Meca, prometo que volveré en invierno y buscaré un momento en el que pueda, sola y en silencio, sentarme en estos escalones y abandonarme.

























Al norte de la zona europea de Estambul (el Bósforo divide la ciudad en dos partes: la europea, donde se encuentra el Cuerno de Oro y las principales mezquitas y palacios, y la asiática, más residencial), en las inmediaciones de la Torre Gálata, se encuentra uno de los barrios más elegantes y cosmopolitas de la ciudad, Beyoglu, apodado "la pequeña Europa", donde en el siglo XIX residían los diplomáticos y recalaban los aventureros y comerciantes extranjeros atraídos por las oportunidades que ofrecía el país. Se decía que en este barrio podías oír hablar en cuarenta idiomas. Aquí se encuentra el famoso y literario hotel Pera Palace, del que os hablaré en otra entrada. Y aquí recalaban los viajeros del Orient Express.

Hoteles, antiguos palacetes convertidos en sede de organismos oficiales, espléndidas casas bastante bien conservadas, en estas calles se han establecido muchos cafés y pequeños restaurantes. Merece la pena pasear y descubrir sus rincones y, desde luego, subir a la Torre Gálata desde donde se contemplan algunas de las mejores vistas de la ciudad y del Cuerno de Oro.

En la primera foto, en el puerto, nuestro barco.
























Más entradas sobre el crucero.

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