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martes, 16 de agosto de 2011

Cuaderno de bitácora: lunes, Bari

Programa de navegación: "Al alba pasaremos por Vieste, visible a nuestra derecha a una distancia de, aproximadamente, 7 millas náuticas y, alrededor de las 10,30, tras haber embarcado el piloto del puerto, se procederá a atracar en el puerto de Bari. Costa Favolosa abandonará el puerto a las 14.30 con dirección a Katakolon, con rumbo suroriental, pasando por las costas de la región de Puglia, siempre visible a la derecha del barco, y atravesando el canal de Otranto, con una amplitud de 40 millas náuticas".














Bari tiene el tópico encanto de las ciudades del sur de Italia, al menos su parte antigua, la más cercana al puerto y la única que me da tiempo a conocer. Estrechas callejuelas donde esquivar el calor, que ya se siente cayendo a plomo desde la mañana. Ese vaivén de ropa tendida cubriendo las fachadas que te envuelve al pasar en aroma de suavizante.














Mujeres de palique en las puertas de sus casas, niños jugando al fútbol en las plazas, balcones protegidos por telas de colores abombándose al viento, calles empedradas y la imagen de San Nicolás, patrono de la ciudad, por doquier. San Nicolás y una vespa. Pasolini y Fellini por todas partes.














No es raro encontrar al doblar una esquina, en cualquier recodo de la ciudad, un pequeño altar como el que os muestro, dedicado a una Virgen, un Cristo o un santo, pulcramente adornado con flores naturales o artificiales, velas, lazos y volantes.

















Esta parte antigua de la ciudad conserva vestigios de los pueblos que habitaron estas tierras: los romanos y bizantinos potenciaron el puerto como centro de intercambio comercial; los normandos transformaron Bari desde el punto de vista arquitectónico, construyendo iglesias y palacios. A esa época pertenecen la Catedral y la Basílica de San Nicolás, una iglesia de caliza blanca realmente preciosa, erigida entre 1087 y 1197 para conservar el cuerpo del santo que, según la tradición, 62 marineros habían sustraído de Mira, en Licia, en el año 1087.













Pero más que visitar iglesias o castillos me dedico a perderme por las callejuelas. Una delicia de ciudad.













De vuelta al barco, desde mi camarote veo alejarse Bari y nos vamos adentrando en el mar Jónico. Algo más tarde, este atardecer.















Ver entradas anteriores del Cuaderno de bitácora

1 comentario:

  1. creo que está bueno tomarse un respiro y mezclarse con gente más simple, menos complicada, tal vez mas feliz, y dejarse mimar un poco mientras la belleza del mar y sus maravillosos puertos nos deslumbran. "hay quienes opinan que la inteligencia es un estorbo para la felicidad, pero el verdadero estorbo es la imaginación", escribió Bioy Casares.
    un viaje para disfrutar bárbaramente...

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