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sábado, 20 de agosto de 2011

El Hermes, de Praxiteles, y el Museo de Olympia

El Museo de Olympia es pequeño y luminoso, y atesora una colección de esculturas extraordinarias, originarias del santuario vecino, entre las que reina el Hermes de Praxiteles, una de las esculturas más hermosas de la historia del Arte. Recuerdo cuando Matías Díaz Padrón, entonces conservador del Museo del Prado y profesor en mi Facultad, se emocionaba hablándonos de la "curva praxiteliana", la forma sinuosa que adquiere la cadera al apoyarse en una pierna, tal como vemos en el Hermes, con la otra ligeramente flexionada hacia atrás.


















El movimiento de ese torso es una belleza, pero todo él lo es. El famoso escultor ateniense lo realizó con mármol de Paros, en el siglo IV antes de Cristo, representando al dios Hermes que sostiene a Dionisos niño, sus ropas abandonas sobre el tronco de un árbol. Aunque la escultura se conserva casi intacta, le falta un brazo en el que Hermes sostenía un racimo de uvas, símbolo de Dionisos, dios del vino, y en la mano derecha, entre los dedos, tendría el caduceo, la vara de olivo adornada con guirnaldas regalo de Apolo y que constituye el atributo del dios.

Dionisos era hijo de Zeus y de Semele, hija de Cadmo, rey de Tebas. Cuenta la leyenda que, estando embarazada, la infeliz Semele suplicó a su amante se le presentará en todo su esplendor, y este cayó sobre ella en forma de rayo, matándola al instante. Con la intención de salvar la vida de su hijo, lo extrajo del vientre de su madre introduciéndolo en su propio muslo, hasta que finalizó el proceso de gestación. Al nacer sin madre, Zeus se lo entregó a su medio hermano Hermes para que se lo confiara a las ninfas con el encargo de cuidarlo y guardarlo de la ira de Hera, su esposa, que no debía resignarse a sus constantes infidelidades. Quizá de ahí el mimo con el que Hermes sostiene al niño y la ternura con la que le mira.

(Permitidme una licencia: alguna vez habéis visto un trasero masculino más espectacular?)














A la izquierda, una sacerdotisa del templo de Hera. En el vestíbulo del Heraion se alineaban estatuas de mujeres de la nobleza de Élide, colocadas sobre pedestales en los que se inscribían sus nombres y honores. Han sobrevivido cuatro de estas figuras, aunque la única que conserva la cabeza es esta sacerdotisa, realizada en el siglo I después de Cristo. Destaca la sofisticación de su peinado y la belleza de los pliegues de su túnica, muy característicos de la época.


Y aquí tenéis la Victoria de Peonio, tallada también en mármol de Paros, de 2,10 metros de altura, quizá con el Hermes la pieza más hermosa del Museo. Alrededor del 420 antes de Cristo, al suroeste del Templo de Zeus, se erigió un pedestal de nueve metros de altura sobre el que se colocó esta Nike. Según la inscripción, se trataba de un exvoto de los mesenios y los naupactos para conmemorar su victoria. En la parte inferior derecha se encuentra la firma del artista, que reza así: "La hizo Peonio y, al hacerla, la acrótera superó al templo". Desde luego, debía ser impresionante contemplarla a esa altura, con las alas deplegadas hacia el cielo y el velo hinchado a su espalda, sujeto con la mano izquierda, lo que permitiría al artista equilibrar la fuerte inclinación de la figura hacia delante. La sutileza de los velos sobre la piel, dejando entrever la figura; su enorme ligereza, frente a su tamaño. Una maravilla que no me canso de contemplar.



Como os comenté en una entrada anterior, los dos frontones del templo de Zeus se adornaban con un espléndido conjunto de esculturas que ahora podemos ver en el Museo. Este que os muestro es el oriental, y representa una escena directamente relacionada con la historia de Olympia. El rey de Pisa, Enomao, estaba casado con Esterope, hija de Atlas, con la que tenía una hija llamada Hipodamia. Visitando en una ocasión el oráculo de Delfos recibió una profecía según la cual sería asesinado por su yerno. Cuando su hija creció y comenzaron a aparecer los pretendientes, al rey se le ocurrió organizar una carrera de carros en la que competir con cada uno de ellos. La carrera comenzaría en Olympia y finalizaría en el santuario de Poseidón, en el istmo de Corinto. La victoria de Enomao estaba asegurada ya que disponía de caballos invencibles, regalo de su padre Ares, y la carrera le permitía matar a los pretendientes. Pero llegó el lidio Pélope, hijo de Tántalo, y no sabemos si porque Poseidón le regaló sus caballos alados o porque sobornó al auriga de Enomao, Mirtilo, que sustituyó el eje metálico de su carro por otro de cera, la cuestión es que venció al rey y casó con su hija, convirtiéndose en príncipe de Élide y del Peloponeso.













En el frontón, los protagonistas de la historia: en el centro, Zeus, con el torso descubierto; a su derecha, Enomao, Esterope, Mirtilo el auriga, la cuádriga de Enomao, el auriga de Enomao, el adivino y el río Alfeo (que, junto al Cladeo, discurre por Olympia). Hacia la izquierda de Zeus, Pélope, Hipodamia, una sirvienta, cuádriga de Pélope, un viejo adivino, un niño sentado y el río Cladeo.

El frontón occidental representa la centauromaquia, la legendaria batalla entre los lapitas y los centauros, que estalló tras la boda de Piritoo y que muy probablemente simbolizaba la victoria de los griegos contra los persas. Los lapitas eran un pueblo que vivía en el monte Olimpo, en Tesalia. Su rey, Peritoo, casó con Deidamia e invitó a su boda a su amigo el héroe ateniense Teseo y a los centauros, que habitaban en el monte Ossa, también en Tesalia. Durante el banquete, los centauros se embriagaron e intentaron raptar a la novia y a otras mujeres lapitas, intento que estos abortaron tras un violento enfrentamiento.













La imponente figura central, con el brazo extendido imponiendo orden es el dios Apolo, cuya cabeza os muestro en la imagen de la izquierda. A su izquierda, Peritoo, el novio, con las piernas muy abiertas, probablemente con una espada en la mano con la que golpear al centauro Euritión, que trata de llevarse a su novia. A la derecha de Apolo, Teseo con las manos levantadas, seguramente sosteniendo un hacha, defendiendo a una joven. Y para cerrar, un lapita intentando ahogar a un centauro mientras este muerde su brazo.

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1 comentario:

  1. Me imagino lo que debió ser la nike de Peonio con sus alas, en su día hice un montaje con las alas de la Nike Samotracia y el cuerpo de la de Peonio. Por cierto bonita fotografia del magnifico trasero del Hermes. Cuando pueda, te escribiré una anécdota del barrio judio de Venezia.

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