
Celebremos que estamos vivos, que alguien nos quiere y que existe la belleza. A todos, muy feliz año.
La materia del tiempo. El conjunto de ocho esculturas de Richard Serra que ocupan la sala más espaciosa del Museo Guggenheim de Bilbao. "La experiencia de la vida a través de las obras constituye el objeto mismo del arte, y dicha experiencia tiene probablemente poco o muy poco que ver con la realidad material de la obra. Mi trabajo implica, ante todo, deambular y mirar, pero no le puedo enseñar a nadie cómo andar ni cómo mirar", manifiesta el escultor.
Pocos actos tan íntimos como el diálogo que se establece entre el espectador y la obra. A veces se produce una relación tan intensa que surge la emoción, la sacudida, el escalofrío. A qué parte de lo más profundo de cada cual habla la música, la pintura, la escultura que consigue vencer barreras sólidamente levantadas y que nos preservan de tantos dolores de la vida. El arte nos vuelve porosos, ligeros, y el placer que nos procura parece abrirnos horizontes hacia nuevas experiencias. Nadie enseña a nadie a mirar, a caminar. La obra te habla y sólo hay que escucharla. Dejar que la mirada discurra libre, explore, y dejarte ir por los caminos que te muestra.
Richard Serra crea espacios y estos recrean mundos. Te introduces en su escultura, en cualquiera de las piezas, te dejas llevar y comienza una experiencia de una belleza conmovedora. Acaricias la superficie, su textura rugosa en zonas, suavemente satinada en otras, rayada a veces; siempre mimada. Caminas por el sendero que sus formas delimitan, y yo me siento en un desfiladero, las paredes se curvan, bailan a mi paso. El cielo se abre y se cierra, el espacio se contrae y se expande. Con las texturas también cambia el color de las paredes: del negro al cobrizo, del marrón al rojo. Ahí dentro te olvidas de lo que quedó fuera. Las paredes te abrigan, te abrazan. A veces están a punto de oprimirte cuando se abren en una curva majestuosa, una vibración sensual de la materia.





"Abarcando varios formatos – performances/conferencias, publicaciones ficticias y colecciones de diversos artículos y objetos – los recientes proyectos del artista berlinés Simon Fujiwara (1982) se forman a partir de la recolección de evidencias más o menos plausibles. Cada una de ellas desentierra un mito implícito de los orígenes humanos y una arqueología sexual explícita, tejiendo un conjunto de narraciones que nos llevan desde el pasado común de los hombres, hasta al tiempo reciente y personal de Fujiwara y su historia familiar. Hijo de madre británica y padre japonés, el artista ha desarrollado una práctica artística entorno a su propio origen y a la cuidadosamente construida frontera límite entre la etología, el erotismo, la arquitectura y lo ancestral, mediante la escritura y re-escritura de historias, biografías y cuentos porno gay que tienen la misma credibilidad y artesanía que un tratado paleontológico".
Definitivamente, estoy fuera de bolos.













El 6 de diciembre de 1630 Rubens se casa con Helena Fourment, y comienza la elaboración de este óleo, El jardín del Amor, en cuya realización puso especial cuidado a tenor de los bocetos y estudios que nos han llegado. El cuadro es la recreación de una escena cortesana galante, en el que se mezclan personajes reales con otros mitológicos, como los amorcillos, que portan símbolos del amor conyugal, o las fuentes de las tres Gracias y de Venus, que aluden al amor fecundo. El conjunto es una exaltación al amor y al matrimonio. Un cuadro delicioso, magnífico en su composición, en la viveza de sus personajes y la vistosidad de la escena, exuberante de vida y sensualidad, como tantos cuadros del artista. En el personaje central reconocemos los rasgos de Helena, modelo de muchas de sus obras.







Una masa densa de nubes gris marengo aplasta las azoteas de Bilbao, dibujando un pasadizo entre el techo nuboso y el suelo brillante de agua en el que parece no haber amanecido. Este es el panorama con el que llego a la capital vasca a mediodía de un día entre semana, a esta ciudad que me recuerda tanto a la mía, a Oviedo, rodeada de montes, con las fachadas ennegrecidas y ese aire antiguo y señorial, como la canción de la Pradera, que me hace sentir en casa."Si algo me gusta, es vivir.
Ver mi cuerpo en la calle,
hablar contigo como un camarada,
mirar escaparates
y, sobre todo, sonreír de lejos
a los árboles..."
Blas de Otero habla en muchas ocasiones de Bilbao en sus poemas, explícita o implícitamente. Pero el suyo es el Bilbao industrial, indigente, beato, adúltero e hipócrita de aquella época oscura. Es el infierno que algunos autores vascos de este siglo y de finales del anterior satanizaron. El que encontramos en su poema Muy lejos.
Al día siguiente, amaneció despejado sobre la Villa del Nervión. Paseando crucé la ría, me detuve en un mercadillo de artesanía junto al teatro Arriaga, almorcé en el Café Boulevard del que hablé hace algún tiempo, uno de los establecimientos con más encanto de Bilbao, y recorrí el casco antiguo donde descubrí este estupendo grafiti que os muestro.

"Es mejor estar callado y parecer tonto que hablar y despejar las dudas definitivamente"
Aquí vemos a Stalin, vestido de barrendero, amontonando como basura símbolos extranjeros. Como todo buen grafitero, Shárik utiliza el spry y las plantillas para denunciar la situación que, a sus ojos, hoy vive su país: la corrupción de la clase política y empresarial, su occidentalización o la violencia. Esperemos que no termine como su colega Banksy, vendiendo cuadros a Kate Moss o Angelina Jolie. O sí.