Me ha horrorizado, como a tantos otros, el vídeo y las fotos de Gadafi herido, vapuleado y asesinado. Aún a riesgo de ser tratada de "buenista", no comprendo a quienes se alegran de tamaña monstruosidad ni a los medios que, alimentando el morbo colectivo, nos han obligado a desayunar, almorzar y cenar con esas imágenes. Me tranquiliza pensar que el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas reclamó ayer una "investigación amplia" sobre estos hechos, y espero que haga lo propio respecto a la muerte de su hijo, Mutasim. Horror similar sentí ante la muerte de Bin Laden cuyas circunstancias nos han llegado a través de versiones contradictorias nunca suficientemente aclaradas. Soy de esos utópicos que creen que nadie debe tomarse la justicia por su mano, por muy atroces que resulten los crímenes perpetrados, y que todo hombre tiene derecho a un juicio justo y, eventualmente, a cumplir la condena que los jueces estipulen.
En este sentido, me gustó el artículo firmado por Reyes Mate publicada ayer por el diario El País. Este es:
"El comunicado de ETA anunciando su adiós a las armas dejó en la penumbra la imagen inquietante de un Gadafi ajusticiado que pone a prueba la humanidad de sus autores y de la de los que la contemplamos. Hemos conocido una secuencia grabada por un móvil tembloroso en la que aparecía un hombre malherido al que una turba furiosa le obligaba a dar unos pasos.
En esa secuencia el pueblo tiranizado se convertía en verdugo, al tiempo que hacía del tirano criminal, una víctima. Un criminal, un delincuente, puede ser convertido en víctima, por extraño que parezca, cuando en vez de procesarle conforme a derecho, se le ajusticia.
En español el vocablo justicia significa la noble virtud cardinal y también verdugo, dando a entender con ello lo fácil que la justicia puede derivar en venganza, es decir, en su contrario. Si la lengua encierra ese equívoco es porque la confusión entre justicia y ajusticiamiento abunda en la vida real.
Sobran los ejemplos. Mussolini, capturado por un comando partisano, fue ajusticiado sobre la marcha y su cadáver expuesto en Milán para mayor escarnio cabeza abajo, como los suyos habían hecho poco antes con 15 antifascistas.
Esos gestos no son gratuitos pues contaminan de inmoralidad la nueva política que quieren poner en marcha sus autores, aunque estos sean los enterradores de una dictadura y se presenten en la historia con la vitola de resistentes o campeones de la libertad.
Acaba de publicarse en Francia un opúsculo, titulado ¿Venganza?, escrito en noviembre de 1945. Su autor es Robert Antelme, el conocido resistente comunista, deportado en un campo de concentración y autor de La especie humana, uno de los relatos más sobrecogedores de la vida en un Lager. El antiguo resistente y superviviente de la barbarie nazi se vio obligado a denunciar a sus propios correligionarios que aplicaban a los prisioneros alemanes, después de la guerra, las mismas prácticas que los nazis emplearon con ellos.
Antelme no lo podía tolerar porque hacerlo suponía negar los ideales de libertad, dignidad y justicia por los que ellos habían combatido y habían resistido. Si ahora alguien ha vuelto a editar un escrito tan viejo es porque el odio empieza a cegar a las víctimas, echando a perder los valores por los que tanto sufrieron.
Los italianos no se han repuesto del ajusticiamiento a Mussolini. Hoy se discute en Italia como nunca sobre la resistencia y si casos como este la ponen en entredicho, resulta que al final la moralidad se queda sin sujeto, en tierra de nadie, más allá del fascismo y del antifascismo.
Esas fotos de un Gadafi escarnecido no auguran nada bueno para el futuro de Libia. Ese pueblo en armas que traduce los sufrimientos padecidos bajo la feroz dictadura del coronel Gadafi en odio, trueca los valores de la rebelión por las prácticas criminales contra las que se rebelan.
Al final se ponen al mismo nivel que Gadafi. Harán bien los nuevos poderes en depurar responsabilidades y, si no lo hacen, que intervenga la Corte Penal Internacional. De lo contrario tendemos más de lo mismo."
Hace muchos años cayó en mis manos un libro titulado “La rebelión de las masas”, y venía a decir que cuando el hombre se encuentra en grandes masas y con algún motivo común, pierde por completo el sentido de la realidad, dejándose llevar y olvidando por completo los valores más esenciales de la vida. El destino final de este dictador chiflado ha sido terrible y su muerte me ha parecido espantosa, pero lo que verdaderamente me ha provocado más estupor es el hecho de no pillarme por sorpresa. Estamos viviendo momentos cruciales para nuestro futuro y para el de todo el mundo, y cuando veo que la gente, las personas, se comporta de esta manera tan irracional, me da miedo mirar al futuro, suerte que como dice Punsét, cada vez somos mejores personas.
ResponderEliminarYo también me alegro mucho de volver a tu mundo particular Sol Pau. Un saludo.
Yo también siento y pienso y como tú. Feliz semana. Addy
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