El público integrante de la "Gran Orquesta Sinfónica de las Toses", tísicos todos ellos, anteayer se quedó con un palmo de narices en el Auditorio de Madrid. Aleluya. El responsable fue Franz Welser-Möst, flamante director de The Cleveland Orchestra que, seguramente avisado de la pulsión tosística de la afición madrileña, optó por saltarse las pausas entre movimientos de la célebre y hermosísima Sinfonía nº 3 "Escocesa" de Mendelssohn, ofreciéndonos el andante, el vivace, el adagio y el allegro sin solución de continuidad. Yo soy partidaria de las pausas porque te permiten gozar de esa última nota que queda suspendida y que deviene en un silencio lleno de música, antes de arrancar con el siguiente movimiento. Una pausa pequeña, imposible en nuestro Auditorio ya que la orquesta debe esperar paciente a que el respetable concluya su interpretación y a menudo se demora. Así que, bien por Welser-Möst.
Tras este preámbulo, al que no pude resistirme, deciros que el trabajo de la orquesta de Cleveland ha sido fantástico. Su interpretación de la romántica y preciosísima sinfonía de Mendelssohn resultó emocionante, así como impecable su Bolero de Ravel con el que concluyó el concierto. Entre medias, Agon, ballet para 12 danzarines de Stravinski, en el que no conseguí entrar. Una pena, porque me encanta el compositor, pero hoy no debía tener el día adecuado para su Argon.
Me quedo con Mendelssohn y os ofrezco el comienzo del primer movimiento, interpretado por la Orchestra of the Age of Enlightenment, dirigida por Sir Roger Norrington.
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