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domingo, 26 de junio de 2011
Pasear Dublín
Creo que una ciudad solo se conoce caminando, mezclándote con la gente, adquiriendo su ritmo. Durante este fin de semana no he hecho otra cosa. Caminar Dublín es una delicia, incluso bajo la llovizna. Como no disponía de mucho tiempo, he renunciado a visitar monumentos a favor de las calles, los parques, los pubs y las terrazas.
Desde las preciosas casas georgianas de Merrion Square, con sus puertas de brillantes colores, sus escaleras de servicio y sus balcones de hierro forjado, donde vivieron personajes ilustres como Daniel O'Connell o poetas como W.B. Yeats, que veis sobre estas líneas, hasta las encantadoras calles de los alrededores de Grafton Street, como la que os muestro abajo a la izquierda (creo recordar que se trata de Chatham Street). Casas georgianas señoriales vecinas de las victorianas, no menos encantadoras, como la que os muestro a la derecha.
Sentí no conocer la fantástica biblioteca del Trinity College, pero la cola para entrar me hizo desistir. Sin embargo paseé entre sus edificios, me introduje en la zona reservada a los alumnos y pude imaginar la convivencia en el lugar donde estudiaron Samuel Beckett y Oliver Goldsmith. Por allí deambulaban algunos alumnos, ataviados con una capa negra que me recordó la que usaba Harry Potter en las novelas de J. K. Rowling.
Me encantó St. Stephen's Green, tan querido para Joyce, y sentí no poder tumbarme en la hierba, empapada la tarde que lo paseamos. Pese a la lluvia, grupos de jóvenes charlaban atechados bajo la frondosidad de los árboles. Los mirlos se paseaban empapados por los lindes de los caminos, su negro plumaje brillante de lluvia. En el estanque, junto a patos y cisnes, descansaban las gaviotas.
Sí me dio tiempo a visitar St Patrick's la mañana del domingo, cuando estaba a punto de comenzar la misa y las campanas repicaban llamando a los fieles. Campanadas alegres y limpias, frente a la sombría solemnidad de las que se escuchan en otras iglesias. Un coro de niños ensayaban los cantos dentro del recinto, y allí estuve un rato, escuchándoles. Preciosa catedral, tan parecida y tan distinta a las nuestras. En frente, al otro lado del jardín, un conjunto de espléndidas mansiones.
Imprescindible dar un paseo a la orilla del Canal, ver reflejarse en sus aguas casas y árboles y, como no, recordar las alusiones que Joyce ha dejado en sus relatos. Una delicia.
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