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miércoles, 12 de octubre de 2011

El anti-arte


Leo la entrevista que Elsa Fernández-Santos realiza para el diario El País al escritor colombiano Carlos Granés Maya, en cuyo libro El puño invisible ha recaído el Premio Internacional de Ensayo Isabel Polanco, y me llaman la atención algunas de las tesis defendidas por el ensayista, con las que no puedo estar más de acuerdo. Recuerda Granés una conversación entre Ingres y y Daumier. "Daumier le dijo a Ingres:"Hay que ser de la época en la que vives". Ingres le respondió: "¿Y si la época se equivoca?". Granés afirma que él no se siente del todo cómodo con su época. "El arte debe ser una reacción y no solo un reflejo del mundo en el que vivimos y yo creo que hoy es más rentable el arte que juega al escándalo y al amarillismo frente al arte de la imaginación".

"El origen del libro", añade el autor, "fue entender el impulso revolucionario que lleva a las personas a luchar contra las convenciones, pero no desde la política sino desde el arte. Quería seguir el rastro de las ideas que nacieron con los artistas de vanguardia de principios de siglo y, desde ahí llegar a nuestros días. Dadaísmo, surrealismo, letrismo, situacionismo... de ahí a las derivaciones que acabaron en los grupos que dejaron los panfletos y tomaron las armas .Pero la gran paradoja que nos ha tocado vivir es que ciertas actitudes revolucionarias se han convertido en producto de consumo mainstream, y la rebeldía es un arma de marketing... Mientras la tensión occidental estaba volcada hacia el comunismo y el telón de acero, lo que yo he llamado el puño invisible fue emergiendo y cuajando". Afirma que le impulso transgresor se fue instalando en los centros de poder, como las universidades norteamericanas, donde desacralizar las grandes obras del pasado se convirtió en un juego rentable: "en los años setenta, la nueva izquierda dejó la lucha en las calles para ingresar en las universidades, las ideas revolucionarias dejaban así la marginalidad. Y se pasó de querer quemar los museos a querer entrar en los museos". Ese instinto para acceder al poder tiene, según el ensayista, tres ejemplos claros en el presente: los británicos Damien Hirst y Tracey Emin y el español Santiago Sierra. "La chica rebelde por excelencia entró en el consejo directivo de la Tate y, lo más importante, llegó ahí precisamente por ser rebelde. En Damien Hirst no hay ni imaginación ni creatividad sino saber jugar las reglas del juego del mundo contemporáneo. Pero Hirst no está contra nada, sigue las pautas y las convenciones. Hace lo que se debe hacer para triunfar. En el caso de Sierra, creo que juega muy bien con los peores rasgos del capitalismo. Parece transgresor, pero tomar una prostituta heroinómana y ofrecerle el precio de un chute a cambio de dejarse tatuar una línea de hombro a hombro solo reproduce los aspectos más mezquinos del capitalismo. Todos bajo la apariencia de una falsa crítica a la sociedad de consumo".

Recuerdo ahora unas declaraciones de Anselm Kiefer, cuyo montaje de la ópera Elektra veré esta tarde, en las que defendía la postura "anti arte" de Hirst, con la que este último está haciéndose de oro. Decadente sociedad esta nuestra, cuando se subasta y adquiere por una cantidad millonaria cualquiera de sus ocurrencias, como este tiburón disecado que os muestro a continuación.

2 comentarios:

  1. "El arte debe ser una reacción y no solo un reflejo del mundo en el que vivimos y yo creo que hoy es más rentable el arte que juega al escándalo y al amarillismo frente al arte de la imaginación".

    a propósito del concept art me cae como anillo al dedo

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  2. De hecho, no es que el escándalo se haya convertido en una estrategia de marketing. Lo fue desde el principio. Ya las vanguardias hicieron un uso estratégico del escándalo. De Dadá al Surrealismo no encuentra uno más que una sucesión de attention-whores, publicitarios de sí mismos buscando situar su marca. Recordemos: Avida Dollars. Claro que aquellos, como pioneros, tenían cierta gracia.

    Por cierto, tampoco este señor nos cuenta nada nuevo. Hay un montón de libros que ya hablaban del tema. Sin ir mas lejos "The Rebel Sell. Nation of Rebels: Why Counterculture Became Consumer Culture", del 2004.

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