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miércoles, 27 de octubre de 2010

Made in USA, Arte americano de la Phillips Collection, en la Fundación Mapfre (Primera parte)


En 1920 la subsistencia no era fácil para los pintores norteamericanos que pretendían dar un paso adelante en el arte moderno. Robert Motherwell escribió en 1982: Lo moderno es un envite desesperado y valeroso por una visión más adecuada y exacta de las cosas de ahora. El pasado no se puede recuperar, salvo en el recuerdo. Y Picasso: El principal enemigo de la creatividad es el buen gusto.

Motherwell usa los calificativos desesperado y valeroso. En la historia del arte cada paso hacia delante ha resultado desesperante y valeroso para sus protagonistas, y desconcertante sino claramente despreciable para la inmensa mayoría de la población. Sólo unos pocos, dotados de un instinto especial, han sabido adivinar y valorar el riesgo y los logros que esa nueva lectura de la realidad llevaba consigo. Ese es el caso de Duncan Phillips, artífice de la Phillips Collection que se exhibe en la Fundación Mapfre de Madrid. Made in USA, título de la exposición, nos ofrece una muestra del arte que se realizó durante cien años en Estados Unidos, desde que se perfiló el llamado espíritu moderno, a mediados del siglo XIX, hasta la segunda postguerra mundial.

















En la década de los 20, antes de que abrieran sus puertas el Museo de Arte Moderno o la Whitney, solo había un lugar en Norteamérica donde estos artistas revolucionarios podían vender o exhibir sus cuadros: la Phillips Collection, en Washington, entonces llamada Phillips Memorial Gallery. Para el gran público no fue nada fácil aceptar el salto desde el figurativo a la abstracción, y sólo algunos adelantados supieron ver el valor intrínseco de aquel universo inexplorado.

Las obras expuestas se agrupan en varios apartados: Romanticismo y Realismo; Impresionismo; Fuerzas de la Naturaleza; Naturaleza y Abstracción; La vida moderna; La ciudad; Memoria e Identidad; La herencia del cubismo; Grados de abstracción y El Expresionismo Abstracto. El recorrido es también cronológico, de manera que podemos seguir los pasos de una evolución que coloca sus pies sobre el movimiento anterior para ganar impulso en su salto hacia delante.













El camino comienza en el XIX, cuando surge la gran escuela paisajística americana que interpretaba la naturaleza con un espíritu romántico. Delacroix sostenía que la naturaleza ha de ser vista a través del temperamento: Es eso que "me está conmocionando" lo que yo intento expresar para que su expresión me vuelva a colocar bajo su hechizo. Y paso a paso nos lleva hasta el expresionismo abstracto del siglo XX. He visto colgados muchos cuadros maravillosos, varios de pintores americanos de los que nunca había oído hablar. Dejando a un lado el cuadro con el que abro esta entrada Domingo de Edward Hopper, que luego comentaré, he elegido algunos de los que más me impresionaron y los he colocado por orden cronológico. El primero a la izquierda se trata de Al rescate, de Winslow Homer, pintado en 1886, un lienzo potentísimo con esas figuras azotadas por el vendaval encaminándose hacia el mar embravecido fundido con la tormenta. Junto a él, el precioso retrato de Miss Amelia van Buren, realizado hacia 1891 por Thomas Eakins.















William Merrit Chase firma Florencia, un pequeño y precioso óleo en el que vemos la Galería de los Uffizi a la orilla del Arno. La pintura se realizó sobre la tapa de una caja de puros, regalo de su suegro, en la que puede leerse la dedicatoria: "A Wm. M. Chase, que distingue lo bueno cuando lo fuma". En correspondencia, el pintor obsequió a su suegro con el cuadro y las siguientes palabras: "Al Sr. Julius Gorson, que distingue lo bueno cuando le gusta. Con mis mejores deseos. 1907".

A la derecha, Rockwell Kent firma el Entierro de un joven entre 1908-1911, un impresionante cuadro en el que vemos, en un paisaje cargado de dramatismo, un numeroso grupo de personas en fila, entre ellos algún niño, portando unas parihuelas sobre las que se distingue perfectamente la blancura de un cadáver. La distribución de los miembros de la procesión recuerdan el Ara Pacis romana.

Entramos en el siglo XX y nos vamos acercando a la abstracción. Mi cabaña, lago George, de Georgia O'Keeffe, realizado en 1922. Me entusiasma este cuadro, sus tonalidades, la sensualidad y delicadeza del paisaje, la soledad de la casa y la sensación de intimidad que emana de ella. Es evidente que este lugar era un refugio muy querido por la artista, esa sensación transmite. Y en el centro del cuadro, esa ventana con el marco blanco, como un faro, un referente. A su lado Rosas silvestres, de Marsden Hartley, pintado en 1942, una hermosa composición.
















Los dos cuadros que os muestro a continuación, junto con el Domingo de Hopper que encabeza estas líneas, pertenecen al apartado "La vida moderna". El lienzo de la derecha, A las seis en invierno, de John Sloan, pintado en 1912, un cuadro precioso, resulta de una gran modernidad. A su lado El sillón azul, de Guy Pène du Bois, de 1923, es un retrato realista con influencia cubista y con el color muy saturado. Se trata de la amante del pintor, Neely McCoy, autora e ilustradora de cuentos para niños y mujer de un periodista

Estados Unidos ya no es un país agrario, la industria cobra protagonismo y con ella se desarrollan las ciudades y las comunicaciones, aumentando la soledad y el aislamiento de las personas. Nadie como Hopper para expresarlo. Resulta desoladora la imagen de este hombre sentado en la acera con los brazos cruzados, absorto. El silencio es ensordecedor. Como diría Fernando Pessoa, se oiría el sonido de una cerilla tirada desde una ventana al golpear el asfalto.

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