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sábado, 23 de octubre de 2010

Vicente Verdú, "Adiós a la verdad"


Para que la verdad sea la Verdad es indispensable una verdad objetiva, el rayo celestial que dicta o el dogma que se impone con contundencia. La Verdad requiere de esta prestancia y solemnidad unívoca. Pero ¿quién puede creer que la univocidad, la fijeza o la solemnidad objetiva forman parte del mundo posmoderno? En este universo, diría también Gianni Vattimo hay interpretaciones de lo que es y no ya revelaciones sonoras del ser; representaciones teatrales (base del marketing) de las cosas y no brillantes apariciones de su esencia.

"Todos mienten y sabemos que mienten" escribí en El estilo del mundo y, dicho esto, la deducción más inmediata podría ser que, por tanto, vivimos en brazos de la mentira. Pero no. Efectivamente, "la mentira" como "la verdad" son conceptos pertenecientes a otro tiempo y se han desvanecido con él. Ni la misma ciencia se fía ahora de sí misma y tanto las teorías de la incertidumbre como de la complejidad hacen ver que el color blanco, seña del bien, y el negro, marca del mal, se han mezclado en una gama que vira desde el gris perla al gris marengo. Sin que ello signifique que la sociedad presente sea "gris", símbolo del aburrimiento.

Este mundo, bullendo sobre creencias diferentes, saltando sobre pensamientos contrapuestos, etnias, sexos y gastronomía de todos los géneros es tan divertido que, como un calidoscopio, cambia según la inclinación del punto de vista. Cambia el ángulo y cambia el objeto que se ve y se juzga.

Mantener la adhesión a una fe, a una figura de hierro, a una fe-rramenta es un decisivo obstáculo para la comunicación con los demás y un tremendo escollo para la democracia del consenso. Porque frente al régimen Absoluto con su nuez de recia verdad, la democracia posmoderna pervive con su corazón puesto en el consenso. ¿Y qué es el consenso? Exactamente un patchwork, una pieza variable a partir de diferentes pesos, colores y texturas.

Pero, además, si el mundo se entremezcla sin demasiadas fracturas internas es gracias al reblandecimiento de sus viejas certidumbres. Una verdad de pedernal chocaría contra otra piedra parecida, pero la convivencia, la cooperación, la colaboración, la traducción es posible gracias a la creciente ductilidad de los materiales. La firme convicción hiere o mata, la Verdad enhiesta hinca banderas. Contrariamente la hibridación crea hijos de todos los tonos.

Vicente Verdú, diario El País, 16 de Octubre de 2010

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