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viernes, 15 de octubre de 2010

Alemania; camino de Schwäbisch Häll


Los últimos días del mes de diciembre de 2005 hice parte de la llamada "ruta romántica", que recorre paisajes y pueblos del sur de Alemania hasta internarse en Austria. En coche desde Frankfurt camino de Schwäbisch Häll, en la región de Suavia, alrededor de 200 Km de recorrido, buena parte de él a la orilla del Main. Tenemos suerte con el tiempo: hace mucho frío, la nieve cubre buena parte del paisaje, pero el día es espléndido. Atravesamos una zona de viñedos hasta llegar a Wertheim, pequeña ciudad con una plaza encantadora, a orillas del río Tauber.










Siguiendo la carretera que acompaña al río llegamos a Bad Mergentheim, un pueblo precioso cuya plaza del mercado veis sobre estas líneas, aunque cuando yo la conocí no mostraba este aspecto tan primaveral. Sin embargo recuerdo con placer la salchicha con mostaza que me sirvieron en unos tenderetes de la plaza, caldeados por unas grandes y reconfortantes estufas. Al lado del pueblo se encuentra este palacio/castillo/cuartel/ciudadela (no sé cómo denominarlo) perteneciente a los Caballeros de la Orden Teutónica, construido en el siglo XII. En su interior nos encontramos, además de la clásica exposición de armas y demás aditamentos utilizados por los caballeros teutones, una preciosa colección de casas de muñecas de principios del siglo pasado y una exposición de pequeños formatos de pintores expresionistas, entre los que recuerdo un precioso Nolte y un retrato al óleo de Marie Curie realizado por Jawleski. Me sorprendió la falta de vigilancia sobre obras de tanto interés. Dado su tamaño, habría sido muy fácil irse con uno de los cuadros escondido bajo el abrigo.


En ruta nuevamente, nos detuvimos en un pequeño pueblo, Stuppach, en cuya iglesia se conserva una preciosa Virgen con el Niño, del siglo XVI, del pintor Matthias Grünewalg. La iglesia es pequeña, tampoco me pareció que estuviera especialmente vigilada, y ahí estaba este precioso cuadro, según mi criterio uno de los mejores del pintor, un cuadro amable y luminoso entre una obra que se caracteriza por su dramatismo. No hay que olvidar que Grünewald, junto a Durero el máximo exponente del renacimienmto alemán, es célebre fundamentalmente por sus crucifixiones.








Al anochecer llegamos a Schwäbisch Häll, destino de nuestro viaje. Como su nombre indica (häll significa sal y schwäbisch, suavo) es un pueblo dedicado a la producción de sal. Nos alojamos en el Hotel Adler, en la plaza del pueblo, un precioso edificio del siglo XVI donde se alojó en dos ocasiones el emperador Carlos V, ahora perteneciente a la familia Ganz.















Desde el segundo piso, dónde se encontraba mi habitación, la vista que disfrutaba era la misma que os muestro en la foto, excepto porque todo estaba cubierto por un manto de nieve. Una plaza encantadora, adornada con luces de colores y motivos navideños, presidida por una iglesia protestante precedida de una gran escalinata donde se celebran obras de teatro. En medio de la plaza, un "rollo", esto es, una columna con argolla y cadena donde se encadenaba a los prisioneros con la finalidad de que recibieran el escarnio público.


Schwäbisch Häll es un pueblo precioso, amurallado, construído a ambas orillas del río Kocher, que salva con una serie de puentes de madera techados (archebrücken, o puente de arca) donde los lugareños construían sus tiendas. Me recuerdan al Ponte Vecchio de Florencia. Las casas, con las vigas de madera vista en las fachadas, se levantaron sobre las murallas. Es una delicia pasear por sus calles, aunque la nieve dificulta los pasos. En una plaza vemos un pozo del que antiguamente se extraía sal, el molino con la esclusa. Como muchos de los pueblos del centro y norte de Europa, parece salido de un cuento de Andersen.


El día 31 atravesamos la meseta de Hohenlohe, fría e hinóspita, y llegamos al valle de Jagst, donde se levanta el castillo de Laugenburg, de la familia Hohenlohe, impresionante desde la carretera, a orillas del río. No podemos visitarlo porque se encuentra cerrado, así que seguimos viaje hasta el monasterio Schöntal.
















El monasterio es magnífico, y su interior uno de los exponentes del barroco alemán más impresionante que he visto. Creo recordar que perteneció a la orden de San Benito.

Un viaje precioso, muy recomendable. Alemania entera.

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