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viernes, 29 de octubre de 2010

Made in USA, Arte Americano de la Phillips Collection en la Fundación Mapfre (Segunda parte)


Las ciudades adquirieron gran importancia como motivo pictórico a partir de los años 20 del siglo pasado. Los pintores americanos, influidos por el cubismo y el futurismo, comprendieron que los campos de color planos y la paleta fría se correspondían perfectamente a las líneas puras y los ángulos de los rascacielos, dotando a su pintura, además, de esa atmósfera inhumana que se palpaba en las grandes ciudades.

Bajo el epígrafe "La ciudad" la exposición agrupa una serie de espléndidos cuadros, encabezado, para mi gusto, por este maravilloso Hopper, Approaching a City, firmado en 1946. "He querido evocar el interés, la curiosidad, el temor que se siente al entrar o salir de una ciudad", manifestó el artista respecto a esta obra. Un cuadro desolador en el que la ciudad se nos muestra hostil, fría, una colmena donde habitan sin mirarse esos hombres y mujeres que protagonizan sus cuadros, una suma de soledades.














Estos dos preciosos cuadros, New York Lower Manhattan y Mill Town son obra de Stefan Hirsch, realizadas en 1921 el primero y en 1925 el segundo. Nacido en Alemania de padres norteamericanos expatriados, se instaló en Nueva York recién terminada la Primera Guerra Mundial. Phillips veía una quietud fantasmal en sus obras y fue el primer coleccionista en adquirirlas.

















Rascacielos, de Charles Sheeler, obra de 1922, es una de las pinturas más características del llamado estilo "precisionista", protagonizado por rascacielos, chimeneas y naves de las fábricas. Reina la esquematización geométrica, la perspectiva, los colores planos y las estructuras cúbicas. Sheeler fue su iniciador, muy influido por las vanguardias europeas y por Marcel Duchamp, y fascinado por los rascacielos que descubrió cuando llegó a Nueva York, en 1919. A la derecha, Power, de Edward Bruce, un precioso cuadro que nos muestra una de las vistas más conocidas de Manhattan, cubriendo la ciudad de una atmósfera un poco fantasmal. Sólo esos barcos navegando por el Hudson, con su estela de espuma y las humeantes chimeneas nos hablan de vida.












A finales del XIX Estados Unidos era ya una tierra de promisión para gentes venidas de otras partes del mundo. Allí se daban cita un conglomerado de razas y culturas que por fuerza habrían de influir en sus expresiones artísticas. Y algunos dieron voz a las experiencias de sus comunidades de origen. Tal es el caso del afroamericano Jacob Lawrence, presente en la Phillips Collection y en esta exposición con un conjunto de cuadros pertenecientes a The Migration Series, compuesto por un grupo de Paneles realizados al temple sobre madera. La Serie está compuesta por sesenta cuadros y concebida como una unidad, en la que se puede leer la experiencia vivida por los padres del pintor. Su lenguaje, influido por los grandes maestros americanos y por el muralista Diego Rivera, trasciende la anécdota y conforma una pintura poderosa y emocionante. Estos dos cuadros que os ofrezco llevan por título Hubo linchamiento y La migración se extendió, y fueron realizados en 1940-41.

Este cuadro de Cyfford Still, 1950 B, me entusiasma. Entras a la sala y te atrae como un imán. Ya estamos en el expresionismo abstracto, el primer estilo pictórico netamente americano y que convirtió a Nueva York en la vanguardia del arte mundial en las décadas de 1940 y 1950. Una reacción apasionada contra el arte figurativo sentimental de décadas pasadas, una manera de pintar a partir de la introspección, permitiendo que fluyeran las emociones libremente. Robert Motherwell dijo: "Una pintura es un vehículo para la pasión". El subconsciente creativo se impone y guía la mano de los artistas. Maravilloso el cuadro que le representa en esta muestra, Chi Ama, Crede, pintado en 1962, que os muestro bajo estas líneas.

Richard Diebenkorn pertenece a una segunda generación de expresionistas abstractos, en los que ya se advierte la influencia de pintores como Matisse, Monet o Bonnard. En su pintura vemos un abandono de la abstracción pura, con colores agresivos, a favor de una paleta más expresiva al servicio de la luz y del espacio. Me gustó especialmente este cuadro, Girl with plant, de 1960.

Pero si tuviera que elegir uno para llevarme a casa, un cuadro con el que convivir, que me garantizase la emoción, elegiría sin duda este Rothko. En realidad, cualquier Rothko. Es un cuadro pequeño, pintado sobre un papel pardo. Como la mayor parte de los suyos, no tiene título. Untitled, firmado en 1968. Colores ingrávidos flotan sobre el papel. Difuminados. A punto de soltarse y diluirse en el aire. Una belleza.


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