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viernes, 1 de octubre de 2010

La Santina, una historia familiar.


En el otoño de 1936 los edificios que forman el complejo de Covadonga se convierten en centro hospitalario, al que es destinado el único hermano de mi abuelo, Enrique García-Comas Labra. El Hotel Pelayo fue destinado a la atención de enfermedades infecciosas, el Hotel Favila a los militares heridos y, más tarde, la Casa Episcopal fue convertida en centro antivenéreo y la Colegiata de San Fernando en leprosería. La dirección del complejo estuvo a cargo, en un primer momento, del socialista Manuel Zarracina que ejercía de dentista en Cangas de Onís y, más tarde, de Agapito González, presidente de las Juventudes Libertarias y fontanero de profesión.


Además de hospital, Covadonga fue en esa época residencia y refugio de dirigentes republicanos. Aquí pasó parte de la guerra José Maldonado, diputado de Izquierda Republicana, que llegaría a ser el último Presidente de la República en el exilio. También residió aquí durante unos meses el diputado del mismo partido Luis Loredo y su mujer, Ángeles López-Cuesta.


Un mes después de clausurarse el culto en Covadonga la Virgen, abandonada en la Gruta, había sido expoliada: la corona de plata, la rosa de oro que sostenía su mano derecha y sus vestiduras desaparecieron. De manera que alguien la sacó de la Cueva y la guardó en un armario del Hotel Pelayo, bajo la custodía de una mujer llamada Marina, hija de un mecánico conocido como “Julio el de los ingleses”. Además de ella solo tres personas conocían el paradero de la imagen: Ángeles López-Cuesta, Enrique García-Comas y el novio de Marina, Emilio Zarracina.
Una de las primeras decisiones del nuevo director del centro, Agapito González, fue la expulsión de Covadonga de Luis Ladero y su mujer. Según manifestó mi tío Enrique García-Comas, Ángeles López-Cuesta le dijo: “Yo no dejo aquí a la Virgen, porque si estos bárbaros dan con ella son capaces de destrozarla”. Y así, recurriendo a amigos y conocidos, consigue que la imagen sea declarada objeto artístico y, por tanto, merecedora de protección oficial. Sale de Covadonga de la mano del escultor Eleuterio Quintanilla y se guarda en Gijón, más tarde en Valencia y termina en Burdeos, desde donde se la envía a la Embajada de España en París. Una vez terminada la guerra y restablecido el culto en Covadonga, fue Enrique García-Comas quien pone en antecedentes del periplo seguido por la imagen a Samuel Fernández-Miranda, y ofrece las pistas para su recuperación.


El 13 de Junio de 1939 la Santina entra en Asturias por el Puerto de Pajares y el 6 de Julio recupera su lugar en la Gruta de Covadonga.

En la fotografía vemos a mi tio en su época de estudiante de Medicina. Una foto preciosa.

2 comentarios:

  1. Gracias Sol, Todo esto se lo oí a mi padre muchas veces.Recordaba como las hijas pequeñas de Angeles Lopez Cuesta protestaban al rezar el Rosario delante de un armario del hotel Pelayo; no entendían nada,habiendo tantos armarios en su casa.
    Te das cuenta de que para proteger a la Santina no hay derechas ni izquierdas?.A tomar nota......

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  2. De nada Paz, me encantó hacerlo. Me siento orgullosa. Muchos besos

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