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martes, 12 de octubre de 2010

El Bosco, un expresionista en el siglo XV


El Bosco supo representar, como pocos, el mal. Jesús con la cruz a cuestas es el título de este lienzo que, como vemos, fue determinante en la obra de James Ensor, como apuntaba el lunes, y fundamentalmente en la ejecución de su autorretrato. Pero El Bosco no pretendía hacer crítica social, como es el caso de Ensor; mostró en sus cuadros el lado más oscuro de los hombres, sus vicios, sus miserias. Vemos en este lienzo el rostro de Jesús con los ojos cerrados, hermoso en su dulzura, un rostro que inspira paz, y a su alrededor, indiferentes a su martirio, rostros grotescos, vulgares, expresiones groseras y crispadas. El mal frente al bien. La fealdad frente a la belleza. Monstruosas caricaturas de seres humanos frente al hombre puro. Solo la Verónica y el Buen Samaritano comparten la bonhomía de Cristo.

Todas las obras del Bosco tienen una finalidad moralizante. Parece querer indicarnos en qué se convierten los hombres cuando se dejan llevar por sus pasiones y abandonan el camino recto. No nos olvidemos que estamos en pleno siglo XV, con la Inquisición husmeando en la vida y las costumbres de nobles y plebeyos.

Hieronymus Bosch nació alrededor de 1450 en Hertogenbosh, junto a Tilburg, en los Países Bajos. Perteneció a la Cofradía de Nuestra Señora, una asociación de laicos dedicados al culto a la Virgen y a obras de caridad. Vive en un ambiente de intensa devoción, y muchas de sus obras son encargos de la cofradía. En esta sociedad no solo hay que ser bueno, sino parecerlo. Y Hieronymus se lanza ha representar verdaderos sermones en sus lienzos.



La lectura de sus cuadros es apasionante. Su pintura posee una extraordinaria originalidad y pese a su sarcasmo, a sus imágenes grotescas, pese a esa sensación de que nos está contando un cuento, o una pesadilla, posee una carga expresiva enorme. Tanto el expresionismo como el surrealismo posterior beberá de su fuente. En Madrid tenemos la fortuna de contar con varias de sus obras, la mayor parte en el Museo del Prado: el Tríptico de la Adoración de los Reyes, Los siete pecados capitales, Las tentaciones de San Antonio, el Jardín de las Delicias y El Carro de heno son alguno de ellos. Es este último el que reproduzco. Cuando está cerrado representa al vendedor ambulante, una suerte de peregrino que se enfrenta no solo a los peligros del camino, sino a las tentaciones: la lujuria está representada por los dos aldeanos bailando.


Abierto el tríptico, el postigo izquierdo está dedicado a la creación, el pecado y a la expulsión de Adán y Eva del paraíso. Muestra cuatro episodios distintos: en lo alto, la caída de los ángeles rebeldes, que mientras se precipitan cambian de forma y asumen el aspecto de sapos e insectos. Más abajo está la creación de Eva a partir de una costilla de Adán. Aún más abajo y a la derecha está el Pecado Original con la serpiente con cabeza de mujer y manos con garras. Finalmente, la expulsión del Paraíso terrestre está coronada por una planta con espinas y varios frutos, uno de ellos picoteado por un pájaro como símbolo de lujuria, mientras el cardo simboliza las tentaciones de los sentidos. El ala derecha representa el infierno y el castigo a los pecados.

El panel central muestra una escena de un carro de heno, y a esto se debe precisamente el título del cuadro, además esta basado en un texto de profeta Isaías, que habla de como los placeres y las riquezas del mundo se parecen al heno de los campos que se secan pronto y aún más pronto se acaban. Lo simboliza como algo efímero, pero atractivo.

En lo alto del carro, mientras una pareja de campesinos se besa (la lujuria), observada por una lechuza (que simboliza la herejía o la ceguera humana); tres personajes se dedican a la música, y un hombre observa la escena a cuya derecha un demonio azul con nariz de trompa y con cola de pavo real, símbolo de vanidad, participa de la melodía, mientras a la izquierda un ángel se vuelve hacia el Cristo en el cielo en posición de rezar. La lechuza y el demonio pueden entenderse como la lisonja y el engaño. Guiando el cortejo que sigue al carro están el rey de Francia, el Papa y el Emperador; en el centro del cuadro se ve un homicidio; guiando el carro para conducirlo al infierno, representado en el ala de la derecha, están criaturas híbridas entre hombres y animales.
Apasionante.

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