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sábado, 30 de octubre de 2010

Nadav Kander fotografía el río Yang Tsé y gana el Prix Pictet

Esta fotografía resulta profundamente inquietante. Quizá sea su atmósfera, esa neblina que difumina los contornos y da a la escena un aire de irrealidad, de ensoñación. Quizá esa luz tamizada, tan fría, aleje la escena de nosotros y haga que nos sintamos ajenos a cuanto acontece en la imagen. Pero, qué es lo que ocurre en realidad? Estamos a la orilla de un río, el Yang Tsé, en China. Un enorme acueducto clava sus pilares en él y se extiende como un dragón azul uniendo sus orillas. A lo lejos, entre la bruma, parece distinguirse los contornos de una ciudad, o tal vez sean las siluetas de fábricas y naves industriales. Esa neblina, surge del río?, es contaminación? Entre piedras y cascotes, en la orilla, ajenos a lo desapacible del paisaje y a la fría humedad que emana de esa luz, un grupo de personas parece celebrar un picnic alrededor de una mesa. Algo no casa, la escena resulta incongruente. Se muestran tan ajenos al objetivo del fotógrafo como al paisaje que les rodea. Algo más allá, bajo uno de los pilares, un pescador, en su barca, parece observar la escena. Su presencia aumenta la sensación de desconcierto: una barca de factura tradicional propia de una actividad preindustrial contrasta con la espectacularidad de la moderna obra civil. Como contrapunto, la indiferencia de un grupo de personas comiendo a la orilla del río. Entre la niebla.

Esta fotografía ha sido galardonada con el Prix Pictet en su edición de 2009, un premio dotado con 100.000 francos que premia trabajos de temática medioambiental, este año bajo el epígrafe Tierra. Su autor es el fotógrafo británico nacido en Tel Aviv, Nadav Kander.

Utilizando el río chino Yang Tsé como metáfora del cambio que está sufriendo el país, Kander ha fotografiado el paisaje y las gentes de sus riberas, desde su nacimiento hasta su desembocadura.
"La magnitud del desarrollo ha dejado irreconocibles la mayor parte de los lugares. El paisaje de China cambia, económica y físicamente, cada día. Estas son, por tanto, fotografías que no podrán volver a realizarse", manifiesta su autor.













Como vemos, este conjunto de obras comparten la misma atmósfera brumosa, idéntica sensación de indefensión ante la magnitud de la naturaleza o de la colosal obra de la tecnología. La figura del hombre empequeñecida ante ella. Y esa luz.

Esta fotografía me gusta especialmente. Mirándola sientes en la piel el frío y la humedad, el silencio, la desolación de ese paisaje desértico con la estructura del puente, las grúas, los barcos sobre ese río de acero... Sobrecogedor.

La mayor parte de estas obras se muestran en las salas de exposición de la Delegación de Asturias en Madrid, donde podemos contemplar una selección de las fotografías presentadas al certamen y que os mostraré en otro momento.

Todas las obras que he recogido en este comentario comparten la misma inquietud temática y artística. Pero la obra de Kander no se circunscribe a un único ámbito, como no podía ser de otra forma. Y, entre sus trabajos, me ha llamado especialmente la atención la foto con la que cierro, totalmente hopperiana.

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