El Café Dindurra

El Café Dindurra es un clásico en Gijón, como puede serlo el Café Gijón o el Comercial en Madrid. Históricamente era el café del Teatro Jovellanos, al que se podía acceder por una entrada interior. Me siento ante una de sus mesas de mármol, junto a un ventanal, pido un café y saco el ordenador del estuche, para pasmo de un grupo de señoras de edad inconmensurable que ocupan una mesa vecina. En realidad, a estas horas de la tarde el Dindurra es conquistado por las damas gijonesas, que charlan animadamente o cotillean cuanto acontece a su alrededor mientras dan cuenta de tés, cafés y un trozo de pluncake, gentileza de la casa. Las que tengo al lado se sientan muy erguidas, en absoluto silencio, las cinco en fila. Entre las cinco sumarán cerca de quinientos años. Van pintadas y arregladas como para una premier. Les sonrío, me enternecen.



Este es un precioso café modernista, diseñado en 1899  por Del Busto, el mismo arquitecto que construyó algunas de las casas de indianos de Somao, de las que os hablaba hace unos días. Intento escribir, pero me distrae el ir y venir de la gente.

A lo largo de este mes, he vuelto al Dindurra en varias ocasiones, y he podido observar largamente a los habituales del café. Un matrimonio mayor, muy atildado, meriendan siempre en la misma zona, cerca de un ventanal, junto a una sonriente señora de mediana edad sentada en una silla de ruedas. En un rincón, una chica joven se concentra en lo que parecen ser apuntes, subraya, sin nada que la distraiga. Pero quienes más llaman mi atención son el grupo de ancianas, ocupando día tras día las mismas mesas, silenciosas, observando como viejas cigüeñas de campanario.

El camarero, con aires de ser "de toda la vida", ya me sirve el café sin preguntar qué deseo.