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jueves, 5 de julio de 2012
El placer de vivir en Gijón
El editorial de La Nueva España de hoy (en tirada específica para Gijón) titula así: Vivir en Gijón es un placer mejorable. Lo leo sentada en el Café El Convento, de la calle San Bernardo: música suave de fondo; mi segundo desayuno; periódicos y suplementos culturales sobre la mesa. Hoy amaneció orbayando y, aunque el cielo se ha ido aclarando a lo largo de la mañana, como diría aquel portero de la casa gijonesa de mi infancia al preguntarle mi madre sobre qué tiempo auguraba para el día, "está pa tó". Así las cosas, opto por renunciar a mi caminata matutina y atecharme en este delicioso café.
"Una encuesta encargada por la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) revela que Gijón es la tercera ciudad de España en calidad de vida, tras Pamplona y Vitoria. La encuesta se basa en opiniones de los habitantes de las ciudades y de otros que no lo son. La encuesta confirma el convencimiento que tienen casi todos los gijoneses que se sienten identificados con su ciudad y a la que aman con fuerza", afirma el editorialista, para luego recordar los problemas que padecen los gijoneses y cómo este no es el mejor de los mundos posibles. Sin duda no le falta razón, pero en mi caso concreto, si pretendiera un átomo más del placer que está ciudad me depara estaría refalfiada (preciosa palabra de mi tierra, refalfiu).
Ya os conté que vivo en Cimadevilla, el barrio de los pescadores, justo enfrente de una pescadería regentada por Rosi. Esta mañana, antes de instalarme en este café cuyos rincones os voy mostrando, crucé a la pescadería a avituallarme para el fin de semana, dejándome aconsejar por su dueña (imposible elegir entre tanta maravilla) bajo la atenta mirada de la gaviota. De ahí caminé por deliciosas callejuelas hasta la carnicería Las cuatro esquinas, en la calle Rosario, especializada en carnes asturianas y regentada por una cocinera extraordinaria, según se desprende de las exquisitas croquetas de jamón, de cecina o de queso asturiano que compré y disfruté hace unos días. Pequeños colmados casi desaparecidos de las grandes ciudades, lugares para la tertulia, el comadreo y la buena vecindad.
Ayer, día de sol radiante, estuve en la playa y me bañé en las heladas y reconfortantes aguas del Cantábrico. Todas las mañanas camino siete kilómetros a buen paso, a la orilla del mar (os contaré mis andanzas matutinas uno de estos días). He disfrutado de la belleza de la pintura de Barjola en el museo que lleva su nombre. He contemplado el mar abrazada por El Elogio del Horizonte, de Chillida, erigido en el Cerro de Santa Catalina, a dos pasos de mi casa. Si esto no es calidad de vida, que venga Dios y lo vea.
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No conozco Gijón, pero me están dando ganas de visitarlo. Además me queda bastante cerca, asi que no tengo excusa.
ResponderEliminarDisfruta tus vacaciones, y sigue compartiéndolas.
Saludos.
Gracias, Ilona. Gijón es una ciudad deliciosa, te gustará. Un abrazo fuerte
ResponderEliminarEste año me quedaré sin vacaciones, pero estoy disfrutando con tus comentarios como si estuviera en Gijón, con su amanecer "orbayando" ¿qué significa?, sus cafés, su playa, sus croquetas y hasta con tu gaviota vigilante.
ResponderEliminarGracias por compartirlo. Sesentona
Gracias a tí, amiga mía, por disfrutarlo conmigo. El "orbayu" es una lluvia fina, un calabobos, como el chirimiri vasco, pero versión asturiana. Un abrazo
ResponderEliminarPau, que fina,elegante y deelicada son tus descripciones. Me encantan las imagenes tambien..saludos
ResponderEliminarMuchísimas gracias, amigo desconocido, por tu amabilidad. Espero verte más a menudo por Mi casa. Un abrazo
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