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miércoles, 11 de julio de 2012
La melancolía
Hoy he vagado todo el día como perro sin amo, dominada por una melancolía que no he sido capaz de ahuyentar. Por primera vez en este mes de voluntario enclaustramiento me he sentido desasosegada sin que me satisficiera ni mi paseo a la orilla del mar, ni el café mañanero con los periódicos, ni los libros, ni la belleza que me rodea. Me irrita sentirme así, desperdiciar un día de vida, un día irrepetible, por esta tristeza meliflua e injustificada. El tiempo, ese factor determinante de la vida cotidiana en Asturias, tampoco ha acompañado. Hace dos días que el sol brilla por su ausencia, oculto tras un colchón de nubes informes, un manto blanco compacto que nos aplasta contra el suelo. Orbaya, un cala bobos pertinaz e incomodísimo. Camino aterida, con la humedad agarrada a los huesos, contemplando a la gente en su andar presuroso, vestida de invierno. Hoy he echado pestes del clima de mi tierra, el mismo que hace de ella un paraíso, porque sobre algo tenía que recaer la responsabilidad de mi desazón.
Vivimos tiempos de mudanza, lo que hemos ido construyendo ilusionada y trabajosamente a lo largo de estos últimos treinta años se va desmoronando ante nuestros ojos. Lo que creíamos una base sólida sobre la que proyectar el futuro se hunde bajo nuestros pies y reina la incertidumbre. Un sistema político más justo e igualitario; un bienestar social y económico que nos permitía dedicar nuestro tiempo y esfuerzos a alcanzar la felicidad, a disfrutar de la belleza; todo lo que suponíamos seguro se evapora. Y ahora, ¿qué? La melancolía.
Mejor una copa de vino, una buena película y esperar a que mañana asome el sol, aunque sea por Antequera. Y disfrutar del color de estas preciosas hortensias que corté ayer.
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Espero que hoy hayas amanecido con un espíritu más tranquilo. Es inevitable entregarse a la angustia de vez en cuando, a la impotencia, a la desazón. Incluso mi hija de trece años se mostraba ayer preocupada por su futuro, preguntándose para qué le servirían los años que tiene por delante de estudio, preparación y esfuerzo. Me preocupa que la cercenen la ilusión y las ganas por el viaje de la vida incluso antes de haber partido.
ResponderEliminarEl tiempo en el norte, este verano, parece haberse contagiado de esos sentimientos que experimentas. Sí, mi impresión estos días que describes (estoy en Cantabria) es que el tiempo está como el animo. Gris y lloroso.
Un día para la melancolía es un tributo inevitable a todo lo que estamos perdiendo.
Opino como Ilona: "es inevitable antregarse a la angustia de vez en cuando..." Ya sabes, a todos nos pasa. No te preocupe el creer que has perdido un dia de tu vida porque de ellos también se aprende y nos hacemos un poco más sabios.
ResponderEliminarMil besos dulces mojados por el orbayín que no cesa.
Animar, consolar, acompañar, nada de esto tiene sentido estos días, que a veces se van convirtiendo en años. A mí, ante este despojo de lo construido en casi un siglo lo único que me levanta es pensar que estamos todos en el mismo barco y que una palabra mía aunque sea forzada puede arranacar una sonrisa y una palabra de otro arrancarmela a mí. Si cuando todo nos está siendo arrebatado entramos en "depresión" colectiva la cosa puede acabar aun peor. Aunque sólo sea para que otros nos miren y mirarnos en otros hay que convivir con el naufragio y crear nuestra alegría.
ResponderEliminarUn abrazo
Gracias a los dos. Hoy parece que va asomando el sol, dentro y fuera. Un abrazo muy fuerte.
ResponderEliminar¡¡Me encantan las hortensias de tu ventana!! Las que yo cultivo (por llamarlo pomposamente) son de colores azulados, pero estas tuyas lilas/moradas son preciosas, qué color tan bonito. Semejante ramo sí que hace disfrutar y alegrar el espíritu :-).
ResponderEliminarEl sol sale no sólo por Antequera, sino también por Gijón y gracias a que orbaya (ya me lo he aprendido)tienes ese paisaje maravilloso.
ResponderEliminarAsí pasa con las melancolías, sirven para crearnos nuestros propios paisajes, así que...¡bienvenidas sean! que ya disfrutaremos del sol y de otros tiempos más ilusionantes.
Un abrazo de sesentona
los gobiernos pasan, el patrimonio cultural y humano queda, es cuestión de paciencia. resisitir hasta que, detrás de las nubes, asome el arcoiris...
ResponderEliminarEL LAGO Y LA MONTAÑA
ResponderEliminarEmpezar de nuevo.
Desde el fondo,
surgir de la profundidad
y escalar la montaña.
Con lo que pudimos salvar:
la experiencia,
los afectos,
las ganas.
Avanzar en busca de la cima
después del naufragio,
sobreponiéndonos a la frustración
con la esperanza.
Volver a caminar,
curarnos las heridas,
disimular las cicatrices
pero no borrarlas.
Despertar a un nuevo día,
mirar hacia lo alto,
y elevar los brazos pero...
haciendo pie en la orilla.
C Boniver 2002
Carlos, debo pedirte mil perdones, hoy me he dado cuenta de que tenía este comentario tuyo pendiente, no lo había leído. Un poema precioso que te agradezco compartas con nosotros. Muchísimas gracias y un abrazo
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