!!! Bienvenido ¡¡¡

Gracias por entrar. Antes de irte, echa un vistazo y comparte con nosotros. Nos interesa conocer todo lo que quieras compartir. ¿Has hecho algún descubrimiento deslumbrante? ¿Una película, un poema, un cuadro, un disco? ¿Una ciudad, un paisaje? Ábrenos una ventana y nos asomaremos.

lunes, 4 de octubre de 2010

Verano, tercera entrega de la autobiografía de Coetzee




El hombre de madera. Así se autodefine J. M. Coetzee en la tercera parte de su autobiografía, Verano. Un libro deslumbrante, yo diría que sobrecogedor por lo afilado, lo despiadado de su introspección. Dice uno de sus personajes, no recuerdo quién, en un momento del relato, que los diarios y las autobiografías son mentirosas porque el autor tiende a deformar la realidad para auto exculparse, para salvarse. Dicen que quien escribe lo hace, en última instancia, para que le quieran. Pues nada de esto tiene eco en Coetzee. Él se mira al espejo de frente, va retirando capas de piel hasta que nos muestra su rostro descarnado. No habla de sus triunfos literarios, del reconocimiento del público más que de pasada. Parece ir directo a lo que más duele: su incapacidad para el amor, la sensualidad, la entrega. Todo el libro, a mi entender, gira sobre esa carencia y su dolor por no poder sufragarla.

El planteamiento del libro es inteligente y novedoso. El autor quiere marcar distancias con el relato, aunque este sea el de su propia vida, y para ello parte de una ficción: John Coetzee ha muerto y alguien se plantea escribir su biografía. Para ello, no conforme con sus diarios y notas, se entrevista con cinco personas, cuatro mujeres y un hombre, que significaron algo en la vida del escritor. En ningún momento se afirma que fueran personajes decisivos en su vida, simplemente coincidieron por algún tiempo. Sustancialmente el libro es la transcripción de esas entrevistas. Pregunta, respuesta. De manera que Coetzee habla de sí mismo en tercera persona, a través de los informes que sobre él ofrecen.

No estaba construido para encajar en otro ser o para que otro ser encajara en él. Como una esfera. Como una bola de cristal. No había manera de conectar con él, afirma una de sus amantes. Y en otro momento: No puede imaginar a su primo entregándose incondicionalmente a nadie. Siempre habrá una parte retenida, en reserva… No, no era neutro. Solitario. No estaba hecho para la vida conyugal. No estaba hecho para la compañía de las mujeres.


El juicio más brutal lo hace la bailarina brasileña de la que se enamora: ¿Conoce la palabra “incorpóreo”? Ese hombre era incorpóreo. Estaba divorciado de su cuerpo. Para él, el cuerpo era como una de esas marionetas de madera que mueven mediante cordeles. Tiras de este cordel y se mueve el brazo izquierdo, tiras de ese y se mueve la pierna derecha. Y el auténtico yo está allá arriba, donde no puedes verlo, como el titiritero que tira de los cordeles. Así se enjuicia Coetzee, e inmediatamente después pone en labios de la bailarina lo que él intuye que le está vedado, lo que busca en las óperas italianas, en la poesía de Neruda: La danza es encarnación. En la danza no es el titiritero que llevas en la cabeza el que dirige y el cuerpo el que le sigue, sino que es el mismo cuerpo el que dirige, el cuerpo con su alma, formando un todo. ¡Porque el cuerpo sabe! ¡Sabe! Cuando el cuerpo siente el ritmo en su interior, no necesita pensar. Así es como somos si somos humanos. Esa es la razón de que la marioneta de madera no pueda bailar. La madera no tiene alma. La madera no puede sentir el ritmo.

Y concluye en un texto que define como “Idea para un relato”: Todas sus relaciones con el mundo parecen tener lugar a través de una membrana. Puesto que la membrana está presente, la fertilización no tendrá lugar.

Esta obra no tiene desperdicio. Nada de lo que Coetzee escribe lo tiene.

3 comentarios:

  1. Sol, te había escrito una parrafada sobre John Maxwell Coetzee, y sus peripécias hasta recalar en Austín(Texas)y doctorarse estudiando a fondo a Samuel Beckett, pero los "idus" a veces juegan malas pasadas(esto de la ofimática). Por cierto era un génio matemático y trabajó como programador informático 2 años para la IBM de Londres. Besos varios.

    ResponderEliminar
  2. Al final, se me olvida lo importante. Acababa mi disertación diciendo "gracias Sol, pues por una frase tuya, leí "infancia". Otra vez gracias.

    ResponderEliminar
  3. Todo Coetzee es deslumbrante, merece la pena ir siguiendo su obra, y si es posible hacerlo en el mismo orden que la escribió, mejor, aunque Tierras de poniente, su primera novela, fue editada en castellano hace poco. Me encanta que te guste.

    ResponderEliminar