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domingo, 31 de octubre de 2010

Georgia O'Keeffe, el verdadero significado de las cosas

"No hay nada menos real que el realismo. Los detalles confunden. Sólo seleccionando, eliminando, acentuando, llegamos al verdadero significado de las cosas".

Estas palabras son de Georgia O'Keeffe, pintora norteamericana de los años 20, uno de los máximos exponentes del "genuino" arte americano. Junto con otros pintores de su época, como Arthur Dove o John Marin, sostenía que la experiencia del mundo natural es una experiencia espiritual y que la "verdad interior" o esencia de la naturaleza podía hacerse visible en "equivalentes" abstractos. Lo suyo es una especie de simbolismo expresivo en el que partiendo del objeto concreto (una flor, un paisaje) y prescindiendo de la anécdota se acceda a su espíritu.

A esta búsqueda de una estética americana independiente O'Keeffe la bautizó como "the great american thing".


Fue, sin duda, una mujer notable, con una personalidad arrolladora y, según sus coetáneos, de una inteligencia y brillantez poco común. Supo hacerse un sitio en el ambiente artístico de su época, y llamar la atención del que entonces era uno de sus "popes", el fotógrafo Alfred Stieglitz. Su relación comenzaría cuando este descubrió sus paisajes y quiso exponerlos en su galería. Luego la relación se haría más íntima y compartieron la vida hasta la muerte del fotógrafo, aunque Georgia nunca renunció a su independencia.
















Me entusiasman sus abstracciones a partir de objetos efímeros, como flores y hojas. Parece concentrarse en una parte del objeto y, ampliándolo, reflejarlo en un solo plano. Me gusta la sensualidad de sus formas sinuosas, la delicadeza de su paleta, su calidez. Algunos cuadros poseen un no sé qué orgánico. En otros logra abstraerse casi completamente del objeto, como en el cuadro que os muestro bajo estas líneas, a la derecha, una capilla seguramente de adobe, creo que de Nuevo México.
















"Debo concentrarme en un solo tema ya que tengo la mente de un solo carril", aseguraba la pintora, con la fina ironía que la caracterizaba. En la fotografía que os muestro a continuación la vemos pintando en Santa Fe, un cuadro que parece encerrar toda la luz.

No es fácil poder contemplar su obra en España, de manera que si podéis no dejéis de acercaros a la Fundación Mapfre donde se exponen tres cuadros espléndidos. Uno de ellos, su cabaña, lo he reproducido en otra página, a la que podéis acceder a través del enlace. Los otros dos son los que cierran este comentario.


















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sábado, 30 de octubre de 2010

Hoy cumpliría 100 años Miguel Hernández



Menos tu vientre,
todo es confuso.
Menos tu vientre,
todo es futuro
fugaz, pasado
baldío, turbio.
Menos tu vientre,
todo es oculto.
Menos tu vientre,
todo inseguro,
todo postrero,
polvo sin mundo.
Menos tu vientre,
todo es oscuro.
Menos tu vientre
claro y profundo.

Maravilloso poema de amor, ternura con la que me gusta recordar a Miguel Hernández, más que un poeta para una generación de españoles. En la voz de Serrat.

Nadav Kander fotografía el río Yang Tsé y gana el Prix Pictet

Esta fotografía resulta profundamente inquietante. Quizá sea su atmósfera, esa neblina que difumina los contornos y da a la escena un aire de irrealidad, de ensoñación. Quizá esa luz tamizada, tan fría, aleje la escena de nosotros y haga que nos sintamos ajenos a cuanto acontece en la imagen. Pero, qué es lo que ocurre en realidad? Estamos a la orilla de un río, el Yang Tsé, en China. Un enorme acueducto clava sus pilares en él y se extiende como un dragón azul uniendo sus orillas. A lo lejos, entre la bruma, parece distinguirse los contornos de una ciudad, o tal vez sean las siluetas de fábricas y naves industriales. Esa neblina, surge del río?, es contaminación? Entre piedras y cascotes, en la orilla, ajenos a lo desapacible del paisaje y a la fría humedad que emana de esa luz, un grupo de personas parece celebrar un picnic alrededor de una mesa. Algo no casa, la escena resulta incongruente. Se muestran tan ajenos al objetivo del fotógrafo como al paisaje que les rodea. Algo más allá, bajo uno de los pilares, un pescador, en su barca, parece observar la escena. Su presencia aumenta la sensación de desconcierto: una barca de factura tradicional propia de una actividad preindustrial contrasta con la espectacularidad de la moderna obra civil. Como contrapunto, la indiferencia de un grupo de personas comiendo a la orilla del río. Entre la niebla.

Esta fotografía ha sido galardonada con el Prix Pictet en su edición de 2009, un premio dotado con 100.000 francos que premia trabajos de temática medioambiental, este año bajo el epígrafe Tierra. Su autor es el fotógrafo británico nacido en Tel Aviv, Nadav Kander.

Utilizando el río chino Yang Tsé como metáfora del cambio que está sufriendo el país, Kander ha fotografiado el paisaje y las gentes de sus riberas, desde su nacimiento hasta su desembocadura.
"La magnitud del desarrollo ha dejado irreconocibles la mayor parte de los lugares. El paisaje de China cambia, económica y físicamente, cada día. Estas son, por tanto, fotografías que no podrán volver a realizarse", manifiesta su autor.













Como vemos, este conjunto de obras comparten la misma atmósfera brumosa, idéntica sensación de indefensión ante la magnitud de la naturaleza o de la colosal obra de la tecnología. La figura del hombre empequeñecida ante ella. Y esa luz.

Esta fotografía me gusta especialmente. Mirándola sientes en la piel el frío y la humedad, el silencio, la desolación de ese paisaje desértico con la estructura del puente, las grúas, los barcos sobre ese río de acero... Sobrecogedor.

La mayor parte de estas obras se muestran en las salas de exposición de la Delegación de Asturias en Madrid, donde podemos contemplar una selección de las fotografías presentadas al certamen y que os mostraré en otro momento.

Todas las obras que he recogido en este comentario comparten la misma inquietud temática y artística. Pero la obra de Kander no se circunscribe a un único ámbito, como no podía ser de otra forma. Y, entre sus trabajos, me ha llamado especialmente la atención la foto con la que cierro, totalmente hopperiana.

viernes, 29 de octubre de 2010

Made in USA, Arte Americano de la Phillips Collection en la Fundación Mapfre (Segunda parte)


Las ciudades adquirieron gran importancia como motivo pictórico a partir de los años 20 del siglo pasado. Los pintores americanos, influidos por el cubismo y el futurismo, comprendieron que los campos de color planos y la paleta fría se correspondían perfectamente a las líneas puras y los ángulos de los rascacielos, dotando a su pintura, además, de esa atmósfera inhumana que se palpaba en las grandes ciudades.

Bajo el epígrafe "La ciudad" la exposición agrupa una serie de espléndidos cuadros, encabezado, para mi gusto, por este maravilloso Hopper, Approaching a City, firmado en 1946. "He querido evocar el interés, la curiosidad, el temor que se siente al entrar o salir de una ciudad", manifestó el artista respecto a esta obra. Un cuadro desolador en el que la ciudad se nos muestra hostil, fría, una colmena donde habitan sin mirarse esos hombres y mujeres que protagonizan sus cuadros, una suma de soledades.














Estos dos preciosos cuadros, New York Lower Manhattan y Mill Town son obra de Stefan Hirsch, realizadas en 1921 el primero y en 1925 el segundo. Nacido en Alemania de padres norteamericanos expatriados, se instaló en Nueva York recién terminada la Primera Guerra Mundial. Phillips veía una quietud fantasmal en sus obras y fue el primer coleccionista en adquirirlas.

















Rascacielos, de Charles Sheeler, obra de 1922, es una de las pinturas más características del llamado estilo "precisionista", protagonizado por rascacielos, chimeneas y naves de las fábricas. Reina la esquematización geométrica, la perspectiva, los colores planos y las estructuras cúbicas. Sheeler fue su iniciador, muy influido por las vanguardias europeas y por Marcel Duchamp, y fascinado por los rascacielos que descubrió cuando llegó a Nueva York, en 1919. A la derecha, Power, de Edward Bruce, un precioso cuadro que nos muestra una de las vistas más conocidas de Manhattan, cubriendo la ciudad de una atmósfera un poco fantasmal. Sólo esos barcos navegando por el Hudson, con su estela de espuma y las humeantes chimeneas nos hablan de vida.












A finales del XIX Estados Unidos era ya una tierra de promisión para gentes venidas de otras partes del mundo. Allí se daban cita un conglomerado de razas y culturas que por fuerza habrían de influir en sus expresiones artísticas. Y algunos dieron voz a las experiencias de sus comunidades de origen. Tal es el caso del afroamericano Jacob Lawrence, presente en la Phillips Collection y en esta exposición con un conjunto de cuadros pertenecientes a The Migration Series, compuesto por un grupo de Paneles realizados al temple sobre madera. La Serie está compuesta por sesenta cuadros y concebida como una unidad, en la que se puede leer la experiencia vivida por los padres del pintor. Su lenguaje, influido por los grandes maestros americanos y por el muralista Diego Rivera, trasciende la anécdota y conforma una pintura poderosa y emocionante. Estos dos cuadros que os ofrezco llevan por título Hubo linchamiento y La migración se extendió, y fueron realizados en 1940-41.

Este cuadro de Cyfford Still, 1950 B, me entusiasma. Entras a la sala y te atrae como un imán. Ya estamos en el expresionismo abstracto, el primer estilo pictórico netamente americano y que convirtió a Nueva York en la vanguardia del arte mundial en las décadas de 1940 y 1950. Una reacción apasionada contra el arte figurativo sentimental de décadas pasadas, una manera de pintar a partir de la introspección, permitiendo que fluyeran las emociones libremente. Robert Motherwell dijo: "Una pintura es un vehículo para la pasión". El subconsciente creativo se impone y guía la mano de los artistas. Maravilloso el cuadro que le representa en esta muestra, Chi Ama, Crede, pintado en 1962, que os muestro bajo estas líneas.

Richard Diebenkorn pertenece a una segunda generación de expresionistas abstractos, en los que ya se advierte la influencia de pintores como Matisse, Monet o Bonnard. En su pintura vemos un abandono de la abstracción pura, con colores agresivos, a favor de una paleta más expresiva al servicio de la luz y del espacio. Me gustó especialmente este cuadro, Girl with plant, de 1960.

Pero si tuviera que elegir uno para llevarme a casa, un cuadro con el que convivir, que me garantizase la emoción, elegiría sin duda este Rothko. En realidad, cualquier Rothko. Es un cuadro pequeño, pintado sobre un papel pardo. Como la mayor parte de los suyos, no tiene título. Untitled, firmado en 1968. Colores ingrávidos flotan sobre el papel. Difuminados. A punto de soltarse y diluirse en el aire. Una belleza.


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jueves, 28 de octubre de 2010

La Joven Compañía El Estudio interpreta Yerma

Ayer por la tarde La Joven Compañía El Estudio interpretó Yerma en el teatro José María Rodero de Torrejón de Ardoz, en las inmediaciones de Madrid. Es gente muy joven, que acaba de terminar sus estudios en la escuela de teatro Corazza y que, por lo tanto, comienza ahora su andadura artística. Ayer hicieron un trabajo espléndido, en el que se notaba la mano de su director, Juan Carlos Corazza. Fantástico el montaje, solventes los actores, polifacéticos, serios, hondos, en sus manos brilló el maravilloso texto de Lorca. Excelente cantera, sin duda. Esta tarde saldrán de nuevo a escena. Muy recomendable.

Kristin Korb - Live from Vienna



Blues, blues, blues ...

Ferreira Gullar, unos poemas


Pintura

Yo sé que si tocase

con la mano aquel rincón del cuadro

donde arde un amarillo

me quemaría en él

o me habría manchado para siempre de delirio

la yema de los dedos.


Aprendizando

Del mismo modo que te abriste a la alegría

Ábrete ahora al sufrimiento

Que es el fruto de ella

y su contrario ardiente

Del mismo modo

que de la alegría fuiste

al fondo

y te perdiste en ella

te hallaste

en esa pérdida

deja que el dolor se ejerza ahora

sin mentiras

ni disculpas

y en tu carne se vaporice

toda ilusión

que la vida sólo consume

lo que la alimenta.

Sánchez Dragó cuenta como tuvo sexo con dos niñas de 13 años

El escritor Fernando Sánchez Dragó en su último libro Dios los cría, y ellos hablan de sexo, drogas, España, corrupción ... editado por Planeta y que recoge sus conversaciones con el dramaturgo Albert Boadella, habla de como mantuvo relaciones sexuales en 1967 con dos niñas de trece años: "En Tokio, un día, me topé con unas lolitas, pero no eran unas lolitas cualesquiera, sino de esas que se visten como zorritas, con los labios pintados, carmín, rimel, tacones, minifalda... Tendrían unos trece años (...). Subí con ellas y las muy putas se pusieron a turnarse. Mientras una se iba al váter, la otra se me trajinaba". Y añade: "El crimen ha prescrito así que puedo contarlo, aparte de que las delincuentes eran ellas y no yo".
En el libro Dragó expresa su atracción por las "lolitas" y asegura que a él le gustan las niñas de 15 años: "No hay nada como la piel tersa, los pechitos como capullos, el chochito rosáceo". Actualmente Sánchez Dragó dirige y presenta el programa Las noches blancas en la cadena pública Telemadrid.

No recuerdo cuando algo me ha parecido más deleznable ni alguien más despreciable. Siento un profundo asco y espero que no se emplee ni un euro más de mis impuestos en pagar a este señor.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Made in USA, Arte americano de la Phillips Collection, en la Fundación Mapfre (Primera parte)


En 1920 la subsistencia no era fácil para los pintores norteamericanos que pretendían dar un paso adelante en el arte moderno. Robert Motherwell escribió en 1982: Lo moderno es un envite desesperado y valeroso por una visión más adecuada y exacta de las cosas de ahora. El pasado no se puede recuperar, salvo en el recuerdo. Y Picasso: El principal enemigo de la creatividad es el buen gusto.

Motherwell usa los calificativos desesperado y valeroso. En la historia del arte cada paso hacia delante ha resultado desesperante y valeroso para sus protagonistas, y desconcertante sino claramente despreciable para la inmensa mayoría de la población. Sólo unos pocos, dotados de un instinto especial, han sabido adivinar y valorar el riesgo y los logros que esa nueva lectura de la realidad llevaba consigo. Ese es el caso de Duncan Phillips, artífice de la Phillips Collection que se exhibe en la Fundación Mapfre de Madrid. Made in USA, título de la exposición, nos ofrece una muestra del arte que se realizó durante cien años en Estados Unidos, desde que se perfiló el llamado espíritu moderno, a mediados del siglo XIX, hasta la segunda postguerra mundial.

















En la década de los 20, antes de que abrieran sus puertas el Museo de Arte Moderno o la Whitney, solo había un lugar en Norteamérica donde estos artistas revolucionarios podían vender o exhibir sus cuadros: la Phillips Collection, en Washington, entonces llamada Phillips Memorial Gallery. Para el gran público no fue nada fácil aceptar el salto desde el figurativo a la abstracción, y sólo algunos adelantados supieron ver el valor intrínseco de aquel universo inexplorado.

Las obras expuestas se agrupan en varios apartados: Romanticismo y Realismo; Impresionismo; Fuerzas de la Naturaleza; Naturaleza y Abstracción; La vida moderna; La ciudad; Memoria e Identidad; La herencia del cubismo; Grados de abstracción y El Expresionismo Abstracto. El recorrido es también cronológico, de manera que podemos seguir los pasos de una evolución que coloca sus pies sobre el movimiento anterior para ganar impulso en su salto hacia delante.













El camino comienza en el XIX, cuando surge la gran escuela paisajística americana que interpretaba la naturaleza con un espíritu romántico. Delacroix sostenía que la naturaleza ha de ser vista a través del temperamento: Es eso que "me está conmocionando" lo que yo intento expresar para que su expresión me vuelva a colocar bajo su hechizo. Y paso a paso nos lleva hasta el expresionismo abstracto del siglo XX. He visto colgados muchos cuadros maravillosos, varios de pintores americanos de los que nunca había oído hablar. Dejando a un lado el cuadro con el que abro esta entrada Domingo de Edward Hopper, que luego comentaré, he elegido algunos de los que más me impresionaron y los he colocado por orden cronológico. El primero a la izquierda se trata de Al rescate, de Winslow Homer, pintado en 1886, un lienzo potentísimo con esas figuras azotadas por el vendaval encaminándose hacia el mar embravecido fundido con la tormenta. Junto a él, el precioso retrato de Miss Amelia van Buren, realizado hacia 1891 por Thomas Eakins.















William Merrit Chase firma Florencia, un pequeño y precioso óleo en el que vemos la Galería de los Uffizi a la orilla del Arno. La pintura se realizó sobre la tapa de una caja de puros, regalo de su suegro, en la que puede leerse la dedicatoria: "A Wm. M. Chase, que distingue lo bueno cuando lo fuma". En correspondencia, el pintor obsequió a su suegro con el cuadro y las siguientes palabras: "Al Sr. Julius Gorson, que distingue lo bueno cuando le gusta. Con mis mejores deseos. 1907".

A la derecha, Rockwell Kent firma el Entierro de un joven entre 1908-1911, un impresionante cuadro en el que vemos, en un paisaje cargado de dramatismo, un numeroso grupo de personas en fila, entre ellos algún niño, portando unas parihuelas sobre las que se distingue perfectamente la blancura de un cadáver. La distribución de los miembros de la procesión recuerdan el Ara Pacis romana.

Entramos en el siglo XX y nos vamos acercando a la abstracción. Mi cabaña, lago George, de Georgia O'Keeffe, realizado en 1922. Me entusiasma este cuadro, sus tonalidades, la sensualidad y delicadeza del paisaje, la soledad de la casa y la sensación de intimidad que emana de ella. Es evidente que este lugar era un refugio muy querido por la artista, esa sensación transmite. Y en el centro del cuadro, esa ventana con el marco blanco, como un faro, un referente. A su lado Rosas silvestres, de Marsden Hartley, pintado en 1942, una hermosa composición.
















Los dos cuadros que os muestro a continuación, junto con el Domingo de Hopper que encabeza estas líneas, pertenecen al apartado "La vida moderna". El lienzo de la derecha, A las seis en invierno, de John Sloan, pintado en 1912, un cuadro precioso, resulta de una gran modernidad. A su lado El sillón azul, de Guy Pène du Bois, de 1923, es un retrato realista con influencia cubista y con el color muy saturado. Se trata de la amante del pintor, Neely McCoy, autora e ilustradora de cuentos para niños y mujer de un periodista

Estados Unidos ya no es un país agrario, la industria cobra protagonismo y con ella se desarrollan las ciudades y las comunicaciones, aumentando la soledad y el aislamiento de las personas. Nadie como Hopper para expresarlo. Resulta desoladora la imagen de este hombre sentado en la acera con los brazos cruzados, absorto. El silencio es ensordecedor. Como diría Fernando Pessoa, se oiría el sonido de una cerilla tirada desde una ventana al golpear el asfalto.

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martes, 26 de octubre de 2010

Elvis Presley - Always On My Mind

Benjamín Prado, poema


Inmortal

Fuiste inmortal
el tiempo que una ola
tardó en borrar tus pasos sobre la playa.
Pero no lo sabías.

Fuiste inmortal
el tiempo que la nieve
detuvo los caminos hacia tu casa.
Y tú no lo sabías.

Yo te nombré,
tú eras como un poema:
pájaro en el oído, sombra encauzada,
agua vencida.

Fuiste inmortal.
Fuiste la luz de un fuego.
Fuiste la sangre oscura de las palabras.
Y tú no lo sabías.

Tú nunca lo sabías.

Pero después
el mar cubrió la arena,
la nieve se deshizo
y el alud de nosotros llegó a tu casa.



lunes, 25 de octubre de 2010

¿Arte urbano?


Ahora que el llamado arte urbano nos acecha desde los informativos de TV y las páginas de cultura de los periódicos; cuando se le dedican películas y exposiciones (estos días, en París, una gran muestra de la obra de Basquiat, y en el cine Exit through the gift shop, de Banksy) recuerdo la impresión que me causó el primer grafiti de gran tamaño que contemplé. Fue durante mi primer viaje a Amsterdam, hace muchos años. La casa que encabeza este comentario. Creo recordar que fue pintada en los sesenta por un grupo de okupas.

Hoy no existe gran ciudad que se precie que no tenga en sus muros la huella de un grafitero. Os muestro algunas de las imágenes más sorprendentes que he podido encontrar.












Este es el trabajo que el grafitero JR ha realizado en las favelas de Río de Janeiro. Realmente impresionante. Esos ojos abiertos, las miradas fijas en el espectador hacen imposible mirar a otro lado y vivir como si la pobreza, la marginalidad, la desesperanza no existieran.











A la izquierda vemos el trabajo que realizó Tyree Guyton en una casa de Detroit, y a la derecha el castillo de Kelburn, en Escocia, una construcción del siglo XVI que fue ofrecida a los amantes del spray para decorar sus muros. He aquí el resultado.











Roadsworth
es el responsable de esta bandada de pájaros pintada sobre el asfalto. A la derecha, una etapa del Tour de Francia.


















Arriba, una obra de Miss Van; abajo a la izquierda, señal de tráfico tras pasar por las manos de Dan Witz; y a la derecha, Gigante, de Sam3.



Quizá sea Blu el artista urbano que más desazón me produce. Junto a la muestra de su obra, os dejo una animación de sus grafitis. Inquietante.

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