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miércoles, 4 de agosto de 2010

Museo Nacional Colegio de San Gregorio. Valladolid


La calle Cadenas de San Gregorio, en Valladolid, será seguramente una de las vías españolas que más belleza atesora. En ella se encuentran el Colegio de San Gregorio, enfrente de este el Palacio de Villena, maravilloso edificio mobiliario del siglo XVI y, al fondo de la calle, la Casa del Sol, residencia del Conde de Gondomar, junto a la que se encuentra la iglesia de San Benito el Viejo.

El Colegio San Gregorio se construyó en el siglo XV destinado a la enseñanza de la Teología para frailes dominicos, bajo el reinado de los Reyes Católicos. A mediados del siglo XIX, con motivo de la desamortización de los conventos españoles impulsada por Mendizábal, que nacionalizó sus tesoros artísticos, nació el Museo Nacional Colegio de San Gregorio dedicado a la escultura religiosa en madera policromada de los siglos XVI y XVII.

Valladolid fue, en la Edad Moderna, sede intermitente de la monarquía, lo que atrajo a los artistas más famosos del momento, que dejaron su impronta en la ciudad. Alonso Berruguete, Juan de Juni ,Gregorio Fernández, artistas extraordinarios cuya obra se puede contemplar en el Museo.












En aquel entonces el concepto que se tenía de la escultura en España no se corresponde con el actual, basado en el bulto redondo. Entonces era una actividad multidisciplinar en la que colaboraban varios oficios para abordar grandes estructuras: sepulcros, sillerías de coro y retablos. Generalmente las esculturas sueltas formaban parte de estos grandes conjuntos.


Son muchas las piezas excepcionales que guarda el Museo, pero quizá la que más me maravilló fue este Retablo mayor de San Benito el Real, que Berruguete realiza por encargo del abad de San Benito para su convento. Hoy se encuentra en el Museo por piezas, pero en la reconstrucción superior podemos ver cómo era el original, y en la fotografía inferior el cuerpo central superior. Las zonas dibujadas corresponden a las partes que no se conservan en el Museo.


El conjunto de imágenes, historias y símbolos que lo componen ofrecen un mensaje elaborado y erudito, según afirman los expertos, reservado a la minoría de monjes que tenían acceso a su contemplación. Es una imagen de la Jerusalem Celeste, la Ciudad de Dios, en la que conviven escenas y figuras del Antiguo y el Nuevo Testamento, en torno a San Benito.




















Cada grupo escultórico es un prodigio de expresividad. La figuras parecen retorcerse en la madera, los rostros transparentan emociones, cada personaje posee una fuerza y personalidad que les hacen únicos. Cada uno palpita al margen del conjunto, y entre todos forman un coro abigarrado de vida. Vas leyendo los detalles de cada escena, cada movimiento, y te maravillas.


















La adoración de los Reyes Magos es uno de los relieves más hermosos del retablo. En un espacio mínimo, la preciosa talla de la Virgen, serena y elegante, con el Niño en brazos y junto a la figura de San José, una de las cabezas más hermosas del conjunto. A su lado, los tres Reyes en actitudes un tanto forzadas, postrados ante Jesús. La policromía, perfectamente conservada, resalta las tallas.

Valladolid es una ciudad preciosa, llena de tesoros. Merece la pena una visita pausada, aunque sólo fuera por contemplar este retablo.




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