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martes, 3 de agosto de 2010
París. Café de Flore
A las ocho de la tarde tomando un Evian en la terraza del Cafe de Flore. Hace frío, estamos dentro de la pecera, funciona la calefacción. En la calle la gente pasa apresurada, envuelta en abrigos y bufandas, debajo de los paraguas. Qué desapacible es el invierno parisino¡ Pero aquí dentro el ambiente es agradable. A mi lado, una pareja. Él no muy joven, con el pelo cano casi al cero, mandíbula cuadrada y una bufanda negra anudada al cuello. Ella con el pelo negro liso, cortado con tiralíneas sobre los hombros, flequillo hasta las cejas, fuma con gestos nerviosos. También va vestida de negro, con un abrigo blanco. Todos vamos de negro, uniformados, es la moda. Yo me he comprado una boina en cuanto pisé París. Espíritu camaleónico. Mucha gente "guapa", distinguida, con la "marca" parisina, inconfundible: es un toque especial mezcla de glamour, modernidad, excentricidad, cultura y dinero. Gente "chic".
Quizá el café de Flore sea el café de la "intelectualidad" por antonomasia. Está situado en el 172 del Boulevard Saint-Germain. Fue fundado en 1887, y debe su nombre a una estatua de la diosa Flora que se encontraba encima de la puerta principal. Ya no existe.
Por aquí ha pasado todo el que ha sido alguien en el mundo de las letras y las artes durante el siglo pasado. Desde Guillaume Apollinaire, que recibía aquí a sus amigos Max Jacob, Louis Aragon y André Breton, convirtiendo el café en el lugar de reunión de dadaistas y surrealistas, hasta el cantante Jim Morrison, que estuvo aquí unas semanas ante de su muerte. Picasso, André Derain, Giacometti eran asiduos del café en los años 30. Pero es en los años 40 cuando el Flore se convertirá en el centro de la intelectualidad del margen izquierdo del Sena. Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir tenían mesa fija y a su alrededor convocaban a todo el movimiento existencialista. Dicen que durante la ocupación nazi el café de Flore fue respetado y se convirtió en un pequeño reducto de libertad.
Pienso en todo ello mientras tomo mi agua. Saco mi cuaderno y hago estos apuntes. Un café con alma, me encanta.
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"...fuimos siempre pasajeros de primera clase, en cada una de nuestras escalas en la realidad del otro."
ResponderEliminarLa amigdalitis de Tarzán/Alfredo Bryce Echenique
Verlaine, Rimbaud, André Gide, Jean Giraudoux, Picasso, Fernand Léger, Prévert, Hemingway, Sartre, Simone de Beauvoir, Mallarmé, eramos más de Les Deux Magots.
ResponderEliminarYo, la verdad, no me hablaba con ellos. Algunos eran unos "muertos" y otros andaban en una onda "existencialista" que a mí me parecia revisionismo.
Eso era cuando "el amor en los tiempos de la militancia"
Cariños