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jueves, 26 de agosto de 2010

El camino de la Reina. Asturias

Uno de los mayores placeres que depara el verano a los niños -y no tan niños- asturianos es la aventura de ir a robar manzanas. Digo manzanas por no decir piescos, peras, mirabolanos, higos o cualquier otro fruto que madura en este tiempo y que cuelga provocador de árboles propios y ajenos. Claro que, para robarlos, es imprescindible que sean ajenos. Abrir una portilla, si es posible; si no se presta a ello, saltarla, o salvar un murete de piedra. Otear si hay perros sueltos, una casa en las proximidades, un paisano de vuelta con las vacas a la cuadra. Atravesar el "prao" a todo correr y llenarse los bolsillos de fruta, o una zamarra, si uno ha sido previsor y salir pitando.

Algunos adultos no podemos sustraernos a la tentación y, cuando vemos un árbol cuyas ramas se doblan por el peso de la fruta, no podemos evitar ir a tratar de la aliviarlas. Una obra de misericordia, en realidad.



















El Camín de la Reina es una ruta que va desde Soto de Dueñas hasta Villanueva, en la zona Oriental de Asturias, sobre una antigua calzada romana, y que la reina Isabel II utilizó para llegar hasta la Gruta de la Virgen de Covadonga. Caminando por lo que hoy es poco más que una caleya bordeada de moreras, robles y castaños se abre a mi derecha un prado que cae suavemente por la ladera de la loma, plantado de manzanos, ciruelos y castaños. Al fondo, el río Sella brilla con la luz del atardecer.


A lo lejos se escuchan los cencerros de las vacas, suaves ladridos, el motor de algún coche muy atenuado por la distancia. Silencio. El sol se esconde y se asoma. El verano arranca de la tierra otros olores, densos, dulces.


El suelo, bajo el manzano, está repleto de fruta picoteada por los pájaros, ya medio podrida. Eso me tranquiliza: el dueño no parece tener gran interés en la recolección. Lleno el bolso de manzanas. Introduzco la cara y aspiro: su olor. Las ciruelas aún están verdes, y hasta el invierno no estarán listas las castañas.













Campos de maiz; hortensias blancas, rosadas, azules, moradas, fucsia en los jardines, en las tapias, por la carretera. Deshago despacio el camino. Recojo un puñado de moras negras de los bardiales. Me digo que he de volver a recolectar para hacer mermelada. Vivir cerca de la tierra.


1 comentario:

  1. Que envidia me dás, pero tal como lo has descrito, por lo menos las he olido y por las fotografías, he gozado del paisaje de tu tierra. Gracias.

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