Jean Michel Basquiat expone en Basilea

Cuantas veces la genialidad artística va unida a la rebeldía, a la marginalidad, a ese espíritu rompedor, a veces destructor, que si logra encauzarse puede devenir en arte, en pura magia. Aflora la rabia, la pasión, y a veces surge una obra de un poderío y expresividad extraordinarios.

Ese es el caso de Jean-Michel Basquiat, habitante del lumpen neoyorquino, rebelde, iconoclasta, marginal y en un momento dado rey del arte más rabiosamente vivo de la ciudad de los rascacielos.

Hijo de una familia "bien", el divorcio de sus padres lo llevó de escuela en escuela, hasta que terminó escapándose de un centro para superdotados y se lanzó a vivir en la calle. Drogas, bandas callejeras, puro lumpen. A los 17 años, junto con su amigo Al Díaz, se dedicó a realizar pintadas en tapias y vagones de tren, y se convirtió en un experto en el graffiti. Ambos firmaban como SAMO (las siglas de SAMe Old shit, "la misma vieja mierda"). Vivía de pintar tarjetas que vendía a los turistas.


En los años 80 comienza a pintar en serio, fascinado por el expresionismo abstracto. Sus graffitis poseían una calidad que no pasaba desapercibida a las clases cultas del Soho. Un año después, con motivo de su primera exposición, conoce a Andy Warhol con quien colaboraría profesionalmente y uniría una gran amistad.

Murió a los 28 años, en plena madurez creativa. Su obra vibra, respira, increpa. En su momento se le consideró "el niño del siglo" y se le comparó con Rimbaud. No sabemos dónde habría llegado, pero la obra que nos dejó resulta fascinante.

Hasta primeros de septiembre se puede disfrutar de ella en la Fundación Beyeler, en Basilea.

En 1996 el cineasta Julian Schnabel llevó su vida al cine. David Bowie interpretó a Andy Warhol. Os ofrezco un trailer de la película.