Pero no es del banco de tan infausto recuerdo del que quiero hablar, sino de la pintura de esta artista, nacida en Addis Abeba hace cuarenta años. Creció en Michigan, Estados Unidos, aunque su formación artística la recibió en Providence, Rhode Island y en la ciudad senegalesa de Dakar. Su primera exposición individual en una institución europea tuvo lugar en el 2007 en el Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León bajo el título Black City (Ciudad Negra).
Ante sus cuadros tenemos la impresión de asistir a un esfuerzo colosal de la artista por poner orden en el caos, superponiendo capas de realidad que, según ella confiesa en sus entrevistas, no son más que experiencias vitales, recuerdos, sensaciones, imágenes que confluyen en el lienzo donde danzan y encuentran una singular armonía. El dibujo sustenta la obra con estructuras arquitectónicas, pero también se convierte en imágenes oníricas que fluyen con mayor libertad. Y luego está el color envolviendo, liberando.
A nada de todo ello es ajena su biografía: dos culturas, dos lenguas, varias ciudades en las que viven sus recuerdos.
Conservamos imágenes y yo reviso el montón cada seis meses o cada año, cuando estoy haciendo pinturas nuevas, y saco imágenes que son importantes para mí, que me recuerdan la fecha de determinado acontecimiento: esto fue el comienzo de la guerra; esto fue una gran manifestación; estos eran los disturbios de Francia, cuando quemaron todos aquellos coches. Yo cojo esta información diversa y la convierto en una especie de archivo fotográfico. Al principio cogía una imagen y la trasladaba a un papel, hacía un dibujo en respuesta a esa imagen, seguido por otro y otro. Se convirtió en un atlas o un archivo de mis marcas. Ahora simplemente conservo imágenes diferentes y, a veces, cuando trabajo en las pinturas, cuando necesito traer el mundo exterior al estudio, arranco un puñado de esas imágenes y las coloco en la pared o a mi alrededor mientras trabajo y así informan el lugar al cual intento llegar con la pintura, manifiesta la pintora en una entrevista a Agustín Pérez Rubio.
Su pintura es vigorosa, parece un torbellino de imágenes y colores que son sensaciones que te arrastran. Una fuerza extraordinaria, la de esta obra. Deberíamos mirar más a África.
Si al menos nos regalaran un cuadro!
ResponderEliminarSon lindos.
No alcanzara ni para pipas...
wow! genial.
ResponderEliminarque buen blog!! estuve horas y horas dentro de aqui...y me acaricio los pensamientos!
un abrazo enorme!
sol...!
muybuenos!
ResponderEliminar