Me cercioré y me vino
profundamente hasta llenar
no sé qué hondos misterios.
Lo acaricié en mis labios
diciéndome su nombre muchas veces.
Las cosas del amor son insondables
(pensaba y pienso aún más
mientras me dura
su perfume en mi ser).
Lo acaricié en mis ojos
mirando tantas veces su presencia.
Los sueños del amor son invisibles.
Tuve el amor.
Ya nada me devuelve
la inquietante pasión de sus palabras
en mi lenguaje. Ayer
fue su invasión; hoy nada queda.
Las cosas del amor son siempre
efímeras.
José María Muñoz Quirós
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