

La esposa de Alfonso XI, doña María de Portugal, dejó en testamento este palacio a su hijo Pedro I el Cruel, que vivió en él a menudo. Posteriormente Juan II lo recibió en herencia de su madre, doña Catalina Lancaster, esposa de Enrique III. Juan lo usará como palacio de descanso, pasando aquí grandes temporadas y cambiando la fisonomía de la villa ya que la corte, siguiendo a su rey, construiría en los alrededores sus villas y casas solariegas. Aún quedan vstigios de casas nobles con sus escudos, patios y plazas.
Juan II amplia el palacio y manda construir el claustro, alrededor del cual se instala la familia real y la corte. Por dos veces celebró las Cortes del Reino en Madrigal, y aquí se casó en segundas nupcias, tras enviudar de su primera esposa María de Aragón, con doña Isabel de Portugal, con la que tendría a Isabel de Castilla el 22 de abril de 1451. Aquí vivió la reina su infancia, lejos de la movible corte de su hermano Enrique IV. Una vez heredado el trono, y casada con Fernando de Aragón, Madrigal volvió a ser sede de Cortes Generales y luego fue perdiendo paulatinamente su primacía.



Desde el claustro se accede a la Sala de Cortes, donde se reunieron las Cortes de Castilla y León en 1438. Corresponde a la imagen superior izquierda. El artesonado mudejar que cubre el techo resulta espectacular. Alrededor de la sala, un banco de madera corrido donde tomaban asiento los nobles. El aspecto de la estancia es de gran austeridad. A la derecha, el Salón de Embajadores también con artesonado en el techo que semeja la quilla invertida de un barco. Las monjas lo convirtieron en refectorio, aprovechando el banco corrido y utilizando para comer unas bastas mesas de pino que aún se conservan.


A las estancias de los reyes se accede por una escalera de granito con un magnífico artesonado en el techo.
Son cuatro las salas que constituían las habitaciones reales, todas ellas de gran austeridad. Algunos muebles maravillosos: un barqueño con incrustaciones de marfil, arquetas, mesas castellanas, un espejo florentino del XVI decorado con piedras preciosas.


El dormitorio real es una habitación diminuta, algo más de seis metros cuadrados, donde solo cabía una cama y unas mesitas. Una pequeña puerta de madera pintada daba acceso a la zona de la servidumbre. Aquí dio a luz Doña Isabel de Portugal a su hija Isabel.
