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miércoles, 26 de enero de 2011

El libro de los putrefactos. Lorca y Dalí


La complicidad artística e intelectual de Federico García Lorca y Salvador Dalí, durante la época en que coinciden en la Residencia de Estudiantes madrileña, es extraordinaria. Ambos comparten una gran excitación intelectual ante todo lo que signifique modernidad. El arte de vanguardia y las novedades estéticas les apasionan. Ambos están al día de cuanto acontece en Europa, fundamentalmente en Francia e Italia, desde libros y revistas a exposiciones, fotografía, cine, discos y bailes de moda.




















Muera lo antiguo, viva lo nuevo, parece ser su lema. Aborrecen todo lo que huela a tradición y desprecian las manifestaciones de "lo burgués". Como consecuencia de ello nace un proyecto conjunto que, aunque no llegó a ver la luz, se refleja en mucha de su correspondencia: El libro de los putrefactos. Y qué consideran ellos "putrefacto"? Lo bien pensante, el arte amable y blando, lo burgués. Sobre estas líneas, dos dibujos de Dalí correspondientes a esta época: Viva Rousseau, y Dirigible (Globo con barcos), ambos de 1925. Y encabezando el comentario, Putrefacto, del mismo año.





















"Grosz y Pascin han pretendido dibujar ya la putrefacción; pero han pintado, por ejemplo, al señor tonto con odio, con saña, con rabia, en un sentido social. El señor tonto de Gosz nos repugna, lo odiamos. A nuestro señor tonto lo adoramos, enternecidos con las lágrimas en los ojos (y lo besaríamos). No es nuestra obsesión, es nuestra alegría", escribe Dalí a Lorca en una carta fechada en 1925. Así pues, rechazan la crítica social implícita en los dibujos y pinturas de ambos pintores, que denuncian "lo burgués" con resentimiento, mientras ellos lo hacen con ternura, aunque para cuando está fechada esta carta ya Pascin se ha convertido en parte del paisaje bohemio de Montmartre, se dedica a pintar prostitutas y, según cuenta Hemingway en París era una fiesta se le puede encontrar siempre borracho en el Dôme, con "una borrachera sostenida y deliberada". No así Grosz, cuyas prostitutas son instrumentos para criticar y desacreditar al burgués con el que se relacionan.

En julio de 1927 escribe Dalí en L'Amic de les Arts: "Precedido por no sé qué versos de Dante, fui viendo todo el mundo de los putrefactos: los artistas trascendentales y llorosos lejos de toda claridad, cultivadores de todos los gérmenes, e ignorantes de la exactitud del doble decímetro graduado. Las familias que compran objetos artísticos para el piano, el empleado de obras públicas, el vocal asociado, el catedrático de sicología... No quise seguir. El delicado bigote de un oficinista de taquilla me enterneció. Sentía en el corazón toda su poesía exquisita y franciscana. Mis labios sonreían, a pesar de tener ganas de llorar. Me tendí en la arena. Y las olas llegaban a la playa con rumores quietos de Bohémienne endormie, de Henri Rousseau".

Los "rumores quietos" de Bohémienne endormie. Aquí tenemos el precioso cuadro de Rousseau, efectivamente, pura quietud. Rousseau personifica para Dalí y Lorca la quintaesencia de lo putrefacto. Mientras los putrefactos de Grosz repugnan a Dalí, los de Rousseau le parecen adorables. Esas figuras masculinas orgullosas de su posición social, dominantes y circunspectos, con sus grandes mostachos y tocados con bombín le producen una ternura extraordinaria, a la par que le parecen el summum de lo decadente. También tendrá El Aduanero gran influencia en De Chirico. La caricatura del putrefacto, con bigote y bombín, imagen ridícula y demodé de la autoridad paterna, fascina tanto a Dalí como a De Chirico. Fijaos en el autorretrato de Rousseau y al dibujo que realiza en 1915 De Chirico, en el que la reproducción del primero preside la reunión de cuatro personajes, entre los que se encuentra Picasso con el torso al aire y un ancla grabada en el pecho.





















Pero "lo putrefacto" no sólo concernía a la pintura, abarcaba todas las actividades artísticas. Veamos como conceptuaba Dalí las obras de escritores como Paul Valéry o André Guide, según una carta enviada a Lorca desde Cadaqués en 1928: "Paul Valéry presenta todos los signos de la peor clase de putrefacción- su intelectualismo es de lo más aburrido que cabe-, tenemos que prescindir en absoluto de esa gentuza. Un Guide, sobre todo Si le grain ne meurt, puede tener la intensidad de un caso personal absurdo (biografismo nada más), pero incapaz ni tan solo de interesarnos. Gide es otro latazo; su vida no nos importa una mierda y en el fondo es la misma que la de una cupletista y en cambio no nos da nada capaz de emocionarnos sanamente. En fin. ¡Merde! Te saluda con un gran cariño tu Dalí". Y en un lateral. "Primer poeta de todos Picasso. No hay poetas que escriban. Los mejores pintan o hacen cine. Buster, Harry Langdon".

1 comentario:

  1. Creo que el ímpetu juvenil és el que hacecha y el que nos empuja a realizar actos radicales sin rubores o remordimientos,contradiciendo a base de exaltadas protestas contra lo que nuestros mayores han dejado,luego,con el paso de los años, el sistema nos engulle y vivimos a su lado, aunque no lo compartamos. Lo que separó a Dalí de Lorca pudo ser esta radicalidad contra lo que pertenecia o podría agradar a los "putrefactos".
    Si nuestro poeta hubiera podido ver la publicidad con la que le sacó provecho descaradamente del burgués,de buen seguro que el romanticismo c`´asico al que supuestamente Lorca vuelve, hubiera estado perdonado, aceptado y vanagloriado por el pintor empordanés.

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