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lunes, 10 de enero de 2011

Assilah

A algo más de treinta kilómetros de Tánger se encuentra Assilah, pequeño pueblo marinero, uno de los lugares más encantadores de la costa atlántica marroquí. Treinta kilómetros de playa desierta, de suave arena blanca; un paseo a la orilla del mar, bordeado de palmeras; una medina laberíntica de casas encaladas con los zócalos azules, amarillos, verdes; silenciosas callejuelas empedradas donde el tiempo parece detenido; bazares en los que puedes observar a los sastres, los zapateros, los panaderos trabajando; diminutas tiendas donde alguien siempre espera, ante un té, al cliente con el que compartir un rato de conversación y ofrecer la hospitalidad que caracteriza a este pueblo.























Amanece un día precioso. Paseo por la playa. Delante de mi camina una pareja de mediana edad de la mano, el resto de la inmensidad de esta playa, vacía, excepto unos puntos, a lo lejos, que se van acercando, y resultan ser una recua de camellos dirigidos por dos hombres. Luego, en el puerto, veo trabajar a los marineros con sus redes, gente amable y sonriente que saluda al pasar. "Salam malecum", y yo: "Malecum salam".













Caminando por la medina me acerco a la muralla, que se abre en un mirador sobre el mar donde, al caer la tarde, se reunen los lugareños. La vista es preciosa y el atardecer sobre el mar resulta extraordinario.






















Por la noche estalla una tormenta y, cobijada en una terraza, bajo un toldo, veo como el mar se ilumina con una explosión de aparato eléctrico, acompañado por lo que parece el diluvio universal. Las alcantarillas no dan a basto y, enseguida, las calles parecen ríos de agua arremolinada.












Pero al día siguiente el pueblo amanece limpio y luminoso. Sobre el silencio solo se escucha, llamando a la oración, el canto del muecín. Camino por la medina. En una pastelería, compro los deliciosos pasteles marroquíes. me siento a tomar té de menta y ver pasar a la gente. El tiempo discurre más despacio. Me gustaría quedarme aquí sin fecha de regreso establecida, disfrutar cotidianamente de esta quietud, de esta belleza. Assilah, un lugar perfecto para aprender a escuchar.











2 comentarios:

  1. Hola, sol pau: muy preciosa estampa de Assilah, que hasta en el nombre derrama ya belleza en calma. ¿Ves? Misterios de la palabra: porque yo he tenido la sensación todo el rato de que me llevabas tú de la mano por todos esos sitios, la plácida lucidez con que los iban pintando y saboreando a la vez, su armónica sucesión, ya te digo, como si fuera yo de tu misma mano
    (y las fotos, maravillosas). Assilah, Assilah

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  2. Gracias José Antonio, una vez más. Es un pueblo maravilloso que te aconsejo visitar en cuanto tengas oportunidad. Y se come de cine. En el paseo marítimo hay dos restaurantes españoles que preparan unos pescados deliciosos, y dónde puedes encontrar vino y cerveza, cosa bastante complicada en los restaurantes marroquíes.Un abrazo

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