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domingo, 16 de enero de 2011

Los ancianos


Caminaba delante de mi, ligeramente encorvado. Su loden verde en bastante buen estado, una visera inglesa de cuadros verdes y beige y los pantalones de franela gris no concordaban con sus zapatos, unos mocasines negros muy viejos, con la parte trasera aplastada por los talones, enfundados en unos calcetines del mismo color, cuyo empuje había transformado en chancletas. Clap, clap, clap, repicaban a cada paso. Al adelantarle me fijé en el pelo blanco, un mechón caído desmayadamente sobre la frente, la barba de varios días y el gesto de abatimiento en su rostro. Clap, clap, clap, la mirada fija en el suelo. Torció por una bocacalle y le perdí de vista.

Crucé la plaza, los juegos infantiles desiertos a esta hora de la mañana. En los bancos, la algarabía de los borrachines habituales y varias mujeres mayores, silenciosas, cabizbajas, acompañadas de otras más jóvenes con rasgos sudamericanos, charlando entre ellas. Algo más allá me crucé con un chico joven, largo como una espingarda, caminando al lado de un anciano diminuto, concentrado en cada paso que daba, al que agarraba delicadamente por el codo.

La vida es terrible. Qué tristeza.

2 comentarios:

  1. Noooooooooooo, no es terrible¡¡¡¡¡,Cuando nos hacemos viejos lo unico que queremos es mimos, muchos mimos y muchos besos de aquellos que en su dia mimamos nosotros.Queremos risas y no tristezas, paciencia para aceptar nuestros fallos,Somos como niños y queremos una mano fuerte que nos sujete como hicimos nosotros con los nuestros.No somos tristes, riete y nos reiremos.
    Tu eres la que te asustas porque no aceptas que ahora te toca a tí llevar las riendas.
    No tengas miedo, seguro que lo harás bién.

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