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jueves, 20 de enero de 2011

La edad de oro de la pintura holandesa y flamenca

Todavía estáis a tiempo de acercaros al Museo Guggenheim de Bilbao y contemplar la magnífica exposición de los fondos del Städel Museum de Frankfurt, La edad de oro de la pintura holandesa y flamenca. Ya dediqué un comentario a su cuadro "estrella", El geógrafo, de Vermeer, pero la colección cuenta con muchas más obras notables, tantas que dedicaré esta página a unas pocas, algunas de las que más me han impresionado.

Las obras se reunen en cinco epígrafes: Historia y alegoría; Retrato; Género e interior; Paisaje y topografía y Naturaleza muerta.

El cuadro que encabeza estas líneas lleva por título El rey David toca el arpa, de Rubens aunque, tras su muerte, fue modificado por el que había sido su discípulo, Jan Boeckhorst. En 1616 Rubens pintó la cabeza y los hombros de un anciano mirando hacia arriba, con fondo neutro y, casi cuarenta años después, Boeckhorst añadió una mano, el arpa, el armiño y las joyas, lo amplió y modificó el fondo, transformando la cabeza original en la representación del rey David. Aunque el cuadro es espléndido, su mayor interés radica en esa cabeza. Fijáos en la piel, en la suavidad del pelo cano y, sobre todo, en la mirada del anciano.
















La serie de retratos es espléndida, pero he seleccionado estos dos, Retrato de un hombre y Retrato de una mujer, realizados en 1638 por Frans Hals. Representan a un matrimonio de la burguesía acomodada holandesa, él a la izquierda, en el lugar de mayor representación, girado hacia su esposa pero con la mirada, un tanto arrogante, fija en el espectador. El retrato nos habla de su carácter: las cejas y el bigote le confieren vitalidad, y la media sonrisa manifiesta escepticismo e ironía. Parece mirarnos desde una posición de superioridad. Todo lo contrario que su esposa, con las manos sobre el vientre, en una postura maternal; sin joyas ni adornos que indiquen ostentación, aunque la calidad de los encajes nos hablen de su situación acomodada. Dirige al espectador una mirada franca y confiada, dulce y risueña.

Me entusiasman los interiores burgueses del siglo XVII. Aquí os muestro uno, Interior con pintor, dama leyendo y sirvienta limpiando, firmado por Pieter Janssens Elinga entre 1665 y 1670. Se trata de un retrato familiar en el que podemos apreciar tres planos que se nos presentan en una secuencia inversa en importancia. Vemos dos habitaciones de una casa. En primer término, una estancia grande con suelo de losetas de mármol blanco y negro y techo de listones de madera, las paredes cubiertas de cuadros con un espejo de marco dorado bajo las grandes ventanas de cristales emplomados y abiertas a un jardín, por las que entra abundante luz. Una criada barre el suelo y, al fondo, la señora de la casa, junto a una mesa donde los objetos parecen conformar un bodegón, se muestra de espaldas, enfrascada en la lectura. A la izquierda, una puerta nos lleva a la siguiente habitación donde hallamos al dueño de la casa ricamente ataviado, de espaldas, sosteniendo una paleta. La luz entra a raudales iluminando la habitación, atrapando la atención del espectador.

No se conoce a ciencia cierta quién fue el autor de este precioso paisaje, aunque ha sido atribuído a un sucesor de Jan van Goyen. Camino rural con casa de labranza y vallado de tablas, fechado en 1629. Este lienzo me produce una gran sensación de calidez. El camino de la izquierda bordeando la casa, con las huellas de las rodadas de un carro, perdiéndose en la lejanía, y esas dos pequeñas figuras, charlando en su linde. La casa, las viejas tablas de madera formando el vallado, sobre el montículo dorado por un sol asomando entre las nubes. El árbol seco y retorcido. El pequeño grupo de personas, a la derecha. Me gustaría caminar por este cuadro y pararme a charlar con ellos, como hizo Kurosawa en los cuadros de Van Gogh.

A principio del siglo XVII fueron muy del gusto burgués los bodegones de flores, siempre fictícios, ya que representaban especies que no coincidían en la misma estación. Este cuadro, Ramo de flores en un jarrón de vidrio, realizado en el taller de Jan Brueghel el Viejo entre 1610 y 1625, tiene otra particularidad. El recipiente que contiene las flores, que según los expertos representa un jarrón Krautstrunk, al ser bajo y ancho no podría ofrecer ningún soporte a las flores de tallo alto. Alegraban las casas y se pusieron de moda, sobre todo impulsados Brueghel.

1 comentario:

  1. Hola, estoy haciendo un trabajo de interiorismo holandés y no encuentro info por ninguna parte. Alguien me podría decir alguna web o facilitar información??

    Gracias

    r o g uezarf @ hot...

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