No soy especialmente religiosa, ni me interesan, a priori, las películas de santos, mártires y demás héroes, laicos o no. No me simpatizan los "creyentes", mucho menos los fanáticos. Me producen aprensión y desconfianza los que pretenden convencer, y no digamos imponer, sus ideas a los demás. Y los discursos morales me aburren soberanamente. Dicho esto, he salido de la película De dioses y hombres completamente conmovida.
Dirigida por Xavier Beauvois y protagonizada por Lambert Wilson y Michael Lonsdale, magníficos los dos, cuenta la historia real de un grupo de monjes cistercienses franceses que en 1996 vivían en un monasterio en Tibhirine, Argelia, y que fueron secuestrados y asesinados por un grupo de fundamentalistas islámicos. Narra su vida cotidiana, su relación con la comunidad musulmana con la que conviven respetando su credo y sus costumbres, sin intentar evangelizar ni imponer, y lo hace con una gran economía de medios, sin sentimentalismos ni truculencias. Personas normales que pretenden ser fieles a si mismos y a su fe, a su promesa de entrega a los demás. Con gran profundidad sicológica nos presenta a un grupo de hombres que tienen miedo y dudas, comprometidos con la comunidad en la que viven, hombres que se saben amenazados y deciden afrontar el peligro porque sienten que se les necesita.
Representará a Francia en los Óscar, donde competirá con Biutiful y con También la lluvia, entre otras que no he tenido la oportunidad de ver. Veremos qué ocurre pero, si tenéis ocasión, no os la perdáis.
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